Solidaridad frustrada
Un estado de ánimo de rabia e impotencia ha colmado la totalidad de mi ser. La catástrofe gallega ha despertado en mí y en un enorme grupo de jóvenes un instinto solidario que desconocíamos de nosotros mismos. Las ganas de ayudar al pueblo gallego y de dar una lección de humanidad a los adultos escépticos que ven en los jóvenes un tumulto deficitario de iniciativa y altruismo han dado lugar a la frustración.
Los medios de comunicación lanzan hasta la saciedad mensajes a la población para que acudan a Galicia a ayudar a limpiar los restos del naufragio; un naufragio marítimo, institucional y político. Con unos amigos decidimos pasar una parte de estas fechas navideñas en aquellas tierras. Solidarizarnos, ayudar, hacerles y hacernos un favor. Pero nuestras nobles expectativas han chocado frontalmente con la imposibilidad de acudir al lugar. No hemos encontrado la manera. En un principio, partíamos de Tarragona dirección a Galicia. Pero se ve que ya no quedan autobuses. Está todo lleno. Un grupo numeroso de jóvenes y yo, dispuestos a ayudar, nos hemos tenido que quedar en el andén de la estación y de la más deplorable de las frustraciones.
¿Por qué nos animan a ser solidarios, nos ponen facilidades y a la hora de la verdad todo este afán se queda en la nada?
Tendré que continuar viendo la marea negra y el chapapote (del mar y del intelecto de los que nos gobiernan) desde la distancia, desde mi casa, desde la impotencia...