El Museo Militar
Quisiera exponer una serie de consideraciones al artículo de Jordi Busquets La difícil conversión de un museo franquista, que apareció publicado en la edición de Cataluña de este diario el pasado miércoles 27 de noviembre.
El autor, continuando una ya larga línea editorial, manipula con habilidad párrafos de la ley. Párrafos de un reglamento de 1960 que ha sido actualizado cinco veces, con juicios de valor sobre acontecimientos tristemente acaecidos en el foso del recinto. Acontecimientos de imborrable doble lectura.
La mezcla no sólo es intencionadamente maliciosa, sino claramente provocadora.
Cuando el espíritu de la ley, incluso la del modificado reglamento del 60, es el de dar a la ciudad de Barcelona espacios públicos, largamente requeridos para esparcimiento, el autor pretende ligarlo como contrapunto a la veneración que exige el peso histórico del recinto.
Sigue en la misma línea al reproducir tan sólo un escudo. Estaba claro cuál iba a reproducir, cuando hay otros cinco inmediatos, reflejo claro de nuestro devenir histórico, que lleva aparejado un permanente cambio de símbolos. Pero ésta es nuestra historia, y allí pretendemos reflejarla, sin ocultar nada. Para "talibanes" hay que viajar a Afganistán.
Este espíritu abierto ha llevado al patronato a organizar una exposición sobre tres unidades que combatieron en la guerra civil: Regimiento Pirenaico de la Generalitat, Aviadores de la República y Tercio de Requetés: 40.000 visitantes, cuatro conferencias, un libro editado, materiales depositados por sus componentes y tres placas conmemorativas, solidarias, confraternizadoras, son testigos de este espíritu.
Espíritu que pretende diluir el señor Busquets. Por supuesto, no hay que enterrar la historia. Historia de la que las piedras no tienen la culpa. Pero sí hay que enterrar los sentimientos; especialmente cuando arrastran rencor y resentimiento.
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