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Rusia adjudica un gigante petrolero a los oligarcas de Yeltsin en una dudosa subasta

El ganador, ligado a la empresa que fletó el 'Prestige', pagará mucho menos de lo estimado

Pilar Bonet

Nuevo escándalo de privatizaciones en Rusia. En una truculenta subasta, el Gobierno ruso adjudicó ayer el 74,95% de las acciones de la petrolera Slavneft a la oferta tras la cual están los oligarcas Román Abramóvich y Mijaíl Fridman, cercanos al Kremlin desde la época de Borís Yeltsin. El precio de venta, 1.860 millones de dólares, es inferior a las estimaciones especializadas, incluida la del Tribunal de Cuentas. Todos los competidores importantes de los favorecidos, algunos de los cuales ofrecían un precio mucho mayor, fueron eliminados previamente.

El paquete de acciones, cuyo precio de salida era de 1.700 millones de dólares, fue adjudicado a Invest-Oil, que actuaba formalmente en interés de las empresas Sibneft y la Compañía Petrolera de Tiumén (TNK). Esta última petrolera está controlada por Alfa Group, el consorcio al que pertenece también Crown Resources, fletador del barco Prestige.

El evento, que respondió a las peores tradiciones de reparto de la propiedad estatal acuñadas con Yeltsin, constituye una señal de que el presidente Vladímir Putin no puede o no quiere cuestionar los intereses de ciertos sectores de poder que se beneficiaron en época de su predecesor.

El modo en que se ha realizado la subasta perjudica las relaciones de Rusia con China. La Corporación Nacional de Petróleo de China (CNPC) fue animada a participar en la puja por los mismos rusos (incluso por Putin, según medios del sector), pero se vio obligada después a retirar su candidatura. Los analistas pronostican que Rusia tendrá que compensar a Pekín de alguna forma, tal vez favoreciendo la ruta del oleoducto siberiano que uniría los territorios de Rusia y China en detrimento de la ruta por territorio exclusivamente ruso hasta el Pacífico. Para este fin de semana está prevista una reunión entre los directivos de la CNPC y Mijaíl Kasiánov, jefe de Gobierno del cual depende el Fondo de la Propiedad Federal, encargado de llevar a cabo las privatizaciones.

Abramóvich, que está detrás de Sibneft, y Fridman, que controla la TNK, poseían ya una participación minoritaria en Slavneft. Las acciones de Sibneft aumentaron su cotización entre un 4,5% y un 5% en las bolsas moscovitas tras la subasta, criticada desde diferentes medios. El presidente del Tribunal de Cuentas, Serguéi Stepashin había valorado el paquete a concurso en 3.000 millones de dólares y opinó que la subasta se realizó eliminando la competencia. En cambio, el ministro de Finanzas, Alexéi Kudrin, la calificó de "limpia". Los expertos consideran que la cantidad obtenida por el Estado es suficiente para crear una reserva destinada a los vencimientos de la deuda del Estado en 2003, calculados en unos 17.000 millones de dólares.

Andréi Ilariónov, el asesor económico de Putin, se contaba entre los descontentos. "Considero que el precio podría haber sido bastante más alto", declaró. El economista se pronunció "a favor del máximo número posible de participantes en cualquier subasta", "lo que asegura la transparencia de la misma y sube el precio de la venta". Ilariónov está por una "amplia participación de compañías extranjeras en subastas semejantes".

"Hasta ahora no ha habido en Rusia ni un solo concurso de venta de propiedades importantes del Estado que fuera transparente, comprensible, justificado desde el punto de vista económico y profesional", dijo Grigori Yavklinski, jefe del partido liberal Yábloko. Según él, la subasta de ayer beneficia a "un estrecho círculo de personas". El intento aislado de un diputado para debatir el tema en el Parlamento fue rechazado por su presidente, Guennadi Selezniov, por motivos formales.

Los organizadores de la subasta no mantuvieron siquiera los criterios formales establecidos, como los de publicar la lista de participantes la víspera y permitir el acceso a los medios de comunicación. Éstos se vieron obligados a seguir en un monitor el trabajo de la cámara de los organismos de privatización, la única que pudo entrar en la sala. De los 11 participantes que llegaron a la final, se permitió competir a siete, según la agencia Interfax. De las pujas que sonaron en la sala la más alta fue la de los ganadores. En el tiempo récord de cuatro minutos se liquidó la mayor subasta de bienes del Estado de la historia de Rusia, que, inicialmente, había sido planeada como un acontecimiento para dar ejemplo sobre cómo deben hacerse las privatizaciones y que, por ello, debía transmitirse en directo por televisión.

Las compañías eliminadas cuestionan la honestidad del Gobierno y del aparato de Justicia. Rosneft, la empresa estatal que presentó una puja mediante un intermediario, ha anunciado que protestará por su exclusión. La petrolera tiene intereses económicos comunes con el banquero de San Petersburgo, Borís Pugachov. La empresa Yenisei no había completado aún los requisitos de participación cuando fue excluida por decisión judicial. Según el diario Védomosti, en la valoración de Slavneft intervino la empresa Salomon Brothers, que también es asesor financiero de Sibneft.

Surgutneftegaz, que había sido considerada como una de las favoritas, renunció a participar en el concurso en el que, según la agencia Itar-Tass, estaba dispuesta a pagar más de 1.900 millones de dólares. Lukoil, y Yukos, los gigantes del sector, se mantuvieron al margen.

Román Abramóvich.
Román Abramóvich.

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Sobre la firma

Pilar Bonet
Es periodista y analista. Durante 34 años fue corresponsal de EL PAÍS en la URSS, Rusia y espacio postsoviético.

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