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VISTO / OÍDO
Columna
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Pobre Turquía

Cuando la ONU se llevó los embajadores de España, y prohibió su entrada en el organismo, cuando Europa no nos admitió, muchas personas no estuvimos conformes. Creíamos que sería más fácil cambiar la dictadura hacia un régimen más libre si estuviésemos dentro de unos tratados que obligaran a ello, y no aislados y cercados en manos del general felón, cuando sabíamos que los vencedores occidentales le mimaban y guardaban únicamente para que fuéramos un baluarte anticomunista, pero haciendo ascos. Vaya gente, los Churchill y Eisenhower. Pienso que quizá los turcos estarán pensando lo mismo del rechazo de Europa. Turquía hubiera querido ser una república occidental desde que Mustafá Kemal Pachá se convirtió en Kemal Ataturk, prohibió los caracteres cúficos, los velos y chilabas, sometió la religión islámica a los derechos civiles y puso su capital (de verano) en Constantinopla (Estambul). Occidente no la dejó nunca: la utilizó como frontera de árabes y barrera de asiáticos, contra la Alemania del káiser y luego de Hitler: puso bases firmes en su territorio contra la Rusia soviética y la metió en la OTAN, como si no estuviera a la mayor distancia posible de este Atlántico Norte que tenía que defender.

Ahora repudian su dictadura. Es odiosa. Lleva siéndolo muchísimos años; y el islamismo que rebrota no es más que una respuesta a esa dictadura aciaga, como lo es en otros países musulmanes de tiranos conocidos y generalmente amigos. No entienden por qué otros países tiránicos del mundo musulmán y árabe, donde se roba el dinero para comprar grandes propiedades en Europa y jugar en Montecarlo, y hasta para levantar a la heredera del trono británico, son amigos y ella no; no comprende cómo el mundo occidental, donde Estados Unidos manda a sus agentes que maten a una lista de personas en la parte del mundo en que las encuentren, donde muere un líder checheno en una cárcel rusa como murieron en las alemanas los de la Baader Meinhof, les acusa a ellos de dictadores. El problema, quizá, está en que dejar entrar a Turquía en Europa nos costaría mucho dinero a todos los demás. Y quizá favorecería la inmigración legal de turcos en busca de trabajo. La unidad europea por medio de moneda única y de fronteras abiertas para los grandes capitales y las mercancías privilegiadas no lo es para las personas, ni para los puestos de trabajo. Turquía es pobre, como lo era la España de Franco. No interesa.

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