_
_
_
_
Reportaje:

La danza contra el desamparo

Víctor Ullate recorre centros de acogida en busca de futuros bailarines

Tienen entre ocho y 12 años y ya se han enfrentado a situaciones familiares realmente difíciles. Viven en centros de acogida y sus perspectivas de futuro, en principio, no parecen nada claras. Un día, el coreógrafo Víctor Ullate apareció por sus casas para hacerles una prueba de danza. "Quería darles una oportunidad más para que fuesen algo en la vida", dice el bailarín. El objetivo es que tengan un "aliciente, una ilusión" por las clases de danza como la que él tuvo. "Y si consigo que bailen como dioses, mejor todavía", afirma.

Ullate, director de la compañía y de la escuela de danza que lleva su nombre, ha recorrido muchos hogares de acogida de la Comunidad de Madrid, aunque dice que su intención es ir a todos los de España. Quería dar con niños que tuviesen un mínimo de posibilidades para bailar. A los chavales les explicó primero qué significaba la danza y después les hizo pruebas de elasticidad y de coordinación. También comprobó "si los pies les dan de sí" y, sobre todo, si eran espontáneos. "Los chicos me enseñaron lo que sabían hacer. Algunos sólo daban volteretas de campana y otros hacían el pino puente. Pero lo que me interesaba es que tuviesen energía, ganas. Porque uno no baila con los pies, sino con la cabeza", asegura.

El próximo reto es conseguir que estos chicos vivan todos juntos en una residencia

La idea de acudir a centros de acogida en busca de estos niños se le ocurrió el año pasado en una ambulancia. Ullate acababa de sufrir dos infartos y un enfermero se afanaba para que se resistiese al achaque: "Señor Ullate, usted tiene muchas cosas que hacer todavía. No se duerma". En ese momento, el bailarín lamentó no haber puesto en marcha este proyecto que desde hacía tiempo le rondaba la cabeza. Cuando se recuperó, lo primero que hizo al llegar a su escuela de danza fue decir a sus ayudantes que se pusieran "ya mismo" a contactar con quien fuese para poder acudir a centros de acogida y hacer pruebas a los chicos. El proyecto lo ha bautizado Primeros Pasos.

Ullate exige a estos niños lo mismo que al resto de sus alumnos. "Si les doy clase es para que progresen. El talento se ve enseguida, lo que nunca sabes es lo que va a dar de sí. El artista nace y se hace. De nada sirve nacer con un don si nadie te enseña".

El próximo reto es conseguir que estos chicos vivan todos juntos en una residencia cerca de la escuela de danza. Porque Ullate asegura que estos niños necesitan llevar un tipo de vida más ordenada, con más horas de descanso y más tiempo para dedicar a esta actividad. "Se trata de una carrera muy larga que exige una dedicación y una concentración absoluta".

La carrera de baile dura siete años y lo normal es que los niños empiecen a los ocho. "Para bailar se requiere un completo dominio del cuerpo. Siempre se ha considerado que el bailarín es el típico niño de revista o de televisión, pero un bailarín clásico tiene poco que ver con eso", dice.

Los alumnos de Ullate que viven en centros de acogida no habían oído hablar de ballet en su vida. Y aun así, aunque llevan sólo tres meses acudiendo a clases de danza, más de uno asegura que en el futuro le gustaría subirse al escenario de un gran teatro para bailar. Como David. Tiene 10 años y, mientras se abre de piernas, explica que ya ha pensado más de una vez que de mayor le gustaría ser bailarín profesional. Su compañero Sami, de siete años, no lo tiene tan claro. Por ahora, dice, le gusta hacer estiramientos y el arabés.

"La danza puede salvarles como me ha salvado a mí tantas veces en momentos tristes de mi vida", explica Ullate. Y señala que más que un profesor duro es un profesor exigente. "No me gusta el todo a cien. Me gusta la calidad. Porque al final, el mayor beneficiario de un buen resultado va a ser el propio alumno". Los hechos lo demuestran. Bailarines de la talla de Tamara Rojo, Carlos López, Lucía Lacarra o Ángel Corella han salido de su escuela.

Cuenta que le gusta ser profesor de danza porque es una forma de transmitir lo que lleva dentro, de enseñar su forma de expresión: "Es como esculpir un cuerpo, le doy vida. Consigo que amen lo que yo amo".

Aun así, Ullate se queja de que en España existe un "analfabetismo impresionante" en cuanto al baile. Pero él está decidido a que la danza se convierta en "deporte nacional". Por eso afirma: "Voy a conseguir que en España haya bailarines por un tubo".

Víctor Ullate dando clases a niños de centros de acogida.
Víctor Ullate dando clases a niños de centros de acogida.MIGUEL GENER

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_