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Bush presenta su 'superequipo' económico

El presidente de EE UU renueva la cúpula del Tesoro y la SEC con veteranos

George Bush ha cogido el toro de la renqueante economía estadounidense por los cuernos con la completa renovación de su equipo económico, en el que John Snow, el frente del Tesoro, y Stephen Friedman, como consejero presidencial, viene a tapar los agujeros de Paul O'Neill y Lawrence Linsdsey. A Snow y a Friedman se une, para devolver la confianza a los inversores, William Donaldson, como presidente de la SEC).

La misión del nuevo equipo de Bush es la de dar impulso a la economía real, la que crea empleo y crecimiento. Snow y Donaldson deben ser ratificados por el Senado, donde habrán de despejar dudas sobre pasadas actuaciones.

John Snow, el responsable del Tesoro, tiene larga experiencia en la empresa privada y conoce bien los pasillos políticos
Donaldson, que estará al frente de la SEC, fue un estrecho colaborador de Henry Kissinger y presidente de la Bolsa de Nueva York

Como hizo hace dos años, al cubrir las críticas posiciones de vicepresidente y de Secretario de Defensa, Bush ha recurrido a veteranos de anteriores administraciones republicanas, las de Richard Nixon y Gerald Ford, para extraer el material con que levantar una economía que no termina de enderezarse y acaba de llegar al 6% de desempleo. El futuro responsable del Tesoro cuenta con larga experiencia en la empresa privada, como era el caso de O'Neill, pero se diferencia de su predecesor en su buena mano izquierda y conocimiento de los pasillos políticos.

Snow, de 63 años, debe ser quien saque adelante las propuestas que en estas fechas ultima el presidente para dar vigor a la recuperación económica. "Espero trabajar con John Snow en la preparación del paquete de empleo y crecimiento", dijo Bush al anunciar la elección. "Él y yo compartimos una idea básica: creemos que la fuerza de nuestra economía estriba en la creatividad y capacidad de trabajo de los americanos".

Fuera de la retórica, son esos ciudadanos quienes dentro de dos años van a elegir presidente, y de su bienestar económico depende la continuidad de Bush en la Casa Blanca. La estadística revela que pocas contracciones económicas han durado cuatro años en Estados Unidos por lo que es poco probable que la actual atonía llegue hasta el 2004, pero hay que tomar medidas efectivas, que en el caso de la estrategia de recuperación planteada por Bush pasa por profundizar en el alivio fiscal a individuos y empresas, por un monto que ronda los 300.000 millones de dólares, a costa de incrementar el déficit.

Snow se ha caracterizado en el pasado por defender exactamente la estrategia contraria, pero su entrada en el Gabinete indica que esas ideas han pasado a un segundo plano. De hecho, en su presentación se comprometió a llevar adelante "un programa pro crecimiento y pro empleo", jerga política que debe ser traducida como "pro recorte de impuestos". Los demócratas reconocen los méritos profesionales de Snow como presidente de la compañía ferroviaria CSX y creen que se sentirá instintivamente incómodo con el desbordamiento del déficit que conlleva la estrategia económica de la Casa Blanca, por lo que en las audiencias del mes que viene ante el comité del Congreso intentarán explotar esa y otras contradicciones.

El propuesto secretario del Tesoro es un pragmático siempre dispuesto a tender puentes hacia la otra parte, que pasa con facilidad de la empresa a la política y se mueve con comodidad en ambas esferas. De hecho, en la última renovación de su contrato como presidente de CSX introdujo una peculiar y muy generosa cláusula de rescisión para el caso de que tuviera que dejar la compañía "para desempeñar un cargo público". En total, Snow debería recibir un finiquito de 3,3 millones de dólares en caso de ser confirmado en su nuevo cargo.

Jugosa indemnización

Una portavoz de la Casa Blanca ha dicho que es normal que un alto ejecutivo como Snow -que fue retribuido con unos 50 millones de dólares, entre salarios, primas y opciones por sus 12 años en CSX- reciba una indemnización por pasar al servicio público, del mismo modo que ha subrayado la legalidad de unos préstamos por valor de 25 millones de dólares que CSX le hizo para financiarle la compra de acciones de la sociedad. Cuando el valor de las acciones cayó en picado, CSX absorbió el papel que había adquirido Snow y le canceló el crédito. Los préstamos internos a los ejecutivos han quedado prohibidos por la legislación en respuesta a los escándalos financieros de la primera mitad del año.

Uno de los puntos débiles de Snow es su falta de experiencia en la escena internacional, lo contrario de lo que ocurre con William Donaldson, de 71 años, el futuro presidente de la SEC, la Comisiñon del Mercado de Valores. Donaldson fue un estrecho colaborador de Henry Kissinger, con quien llegó a ser secretario de Estado adjunto, y en sus años de presidente de la Bolsa de Nueva York, entre 1990 y 1995, viajó intensamente en busca de empresas que quisieran cotizar en el llamado Big Board. Tuvo éxito en el empeño. Durante su mandato, el número de sociedades extranjeras en la bolsa neoyorquina pasó de 106 a 246, y se peleó por ello con la SEC. Donaldson quería que las compañías extranjeras estuvieran exentas de presentar una contabilidad conforme a los patrones de EE UU, a lo que se negó en redondo, y con éxito, la SEC.

Harvey Pitt, el conflictivo presidente saliente, fue un azote para la SEC en sus años de abogado de las grandes auditoras y siempre consiguió imponer los intereses de sus clientes al ente regulador. Donaldson no tuvo tanta fortuna y otra vez que discrepó con la SEC salió derrotado. Fue con motivo de una normativa que prohibía a las empresas pasar información sensible a determinados analistas e inversores. Donaldson consideraba que así se impedía la debida comunicación entre unos y otros.

También se ha recordado ahora cómo Donaldson criticó el paso al sistema decimal de las cotizaciones en la Bolsa de Nueva York, que se regía hasta el año 2000 por el de fracciones por octavos. La medida beneficiaba a los inversores, pero iba contra los intereses de los agentes, que veían reducidas sus comisiones. "La cuestión es si Bill Donaldson va a ser tan defensor de los inversores como lo fue de la principal de nuestras bolsas", dice Edward Markey, un congresista demócrata muy activo en cuestiones de defensa de los inversores.

Esa precisamente es la misión que le ha encomendado Bush: "Hacer cumplir con rigor las leyes contra la corrupción corporativa y mantener los más altos niveles de integridad". La integridad no se le niega a Donaldson, que predicó con el ejemplo con la creación de una compañía de analistas sin vínculos con la banca de inversión, que fue la primera de su tipo en salir a bolsa. La separación entre ambas partes del negocio -que ha dado lugar a una viciada cadena de conflictos de intereses, con los desavisados inversores como paganos- se ha convertido en uno los caballos de batalla con que debe lidiar ahora la SEC.

Donaldson ha mantenido un discreto silencio durante los pasados meses sobre la crisis de confianza que ha sacudido a Wall Street y ahora se ampara en su nombramiento para continuar con el mutismo. Reserva sus puntos de vista hasta las comparecencias senatoriales de su confirmación, en las que también deberá dar explicaciones sobre su año escaso al frente de la aseguradora Aetna, que le reportaron más de 18 millones de retribución.

La hora del 'crecimiento y el empleo'

Stephen Friedman, de 64 años, fue el tercero y último de los miembros clave del equipo económico presidencial en ser nombrado. Como presidente del Consejo Económico Nacional (NEC), Friedman tendrá despacho en la Casa Blanca, desde el que coordinará las propuestas de los distintos componentes económicos de la Administración (Tesoro, Comercio, Oficina del Presupuesto, Consejo de Asesores Económicos), tarea en la que su predecesor, Lawrence Lindsey, no anduvo fino. La presidencia del NEC no requiere el aval senatorial.

Su candidatura suscitó el recelo de los republicanos más ideologizados, desconfiados ante un hombre que, como John Snow, ha defendido sistemáticamente el control presupuestario y ha advertido sobre los riesgos del déficit, con su reflejo en el alza de los tipos de interés. Friedman fue uña y carne en el banco de inversiones Goldman Sachs con Robert Rubin, que ocupó también la presidencia del NEC antes de ser elevado por Bill Clinton al Tesoro. Mentar a Rubin, que pasa por ser uno de los más capaces secretarios del Tesoro que ha tenido Estados Unidos, es mentar la bicha a los republicanos, que se movilizaron contra la llegada a la Administración de uno de su cuerda.

George Bush se mantuvo firme y los críticos han tenido que aguantarse. El presidente, que define a Friedman como un pensador original y un acreditado gestor, dice que su consejero sabe lo que tiene que hacer. "Confío en que la Casa Blanca haya acertado en su convicción de que Stephen Friedman va a apoyar una rebaja de los impuesto", ha dicho uno de sus más agresivos críticos, después de que Friedman declarara en público ante Bush: "Apoyo firmemente su idea de que ha llegado la hora de una decidida política de crecimiento y empleo".

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