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Bush busca un secretario del Tesoro que 'venda' el recorte de los impuestos

El presidente de EE UU quiere evitar errores que pongan en peligro su reelección en 2004

Enric González

George W. Bush busca un nuevo secretario del Tesoro capaz de vender a los grandes inversores de Wall Street y al conjunto del electorado una nueva reducción de impuestos. La tarea no es fácil, y prueba de ello es que Bush no tenía aún listo el recambio de Paul O'Neill cuando, el jueves por la noche, le obligó a presentar la dimisión el viernes a primera hora. El presidente no tendría problema en encontrar a un entusiasta de las reducciones de impuestos, pero quienes encajan en ese perfil, como el senador tejano Phil Gramm, tienen unas características más ideológicas que técnicas y carecen de la credibilidad necesaria en los mercados financieros. Los profesionales de la economía tienden a pensar, como el propio O'Neill, que seguir reduciendo la presión fiscal sólo contribuirá a agravar un déficit ya disparado, sin reactivar de forma apreciable el crecimiento.

Fuentes de la Casa Blanca indicaron ayer a la agencia Reuters que Bush tenía ya casi decidido el nombre de su nuevo secretario del Tesoro, un "altísimo ejecutivo" de Wall Street, y que lo daría a conocer la semana entrante. Para el presidente de Estados Unidos, la cuestión es vital. Ya ha reconocido, con el despido de O'Neill, que su política económica ha sido un fracaso durante la primera mitad de su mandato. Un nuevo error, en plena carrera hacia la reelección que busca en 2004, podría serle fatal. Las dificultades económicas hicieron fracasar la presidencia de su padre, George Bush, y eso es algo que el actual presidente tiene muy en cuenta.

El complicado equilibrio que deberán mantener Bush y su nuevo secretario del Tesoro tiene un ejemplo en Stephen Friedman, la persona que, según distintas fuentes, encabeza la lista de candidatos a cubrir la otra vacante abierta el viernes, la de presidente del Consejo Económico Nacional, o asesor económico de la Casa Blanca. El anterior ocupante del puesto, Lawrence Lindsay, era un republicano de pura cepa y creía firmemente en la bondad de rebajar los impuestos a los más ricos, pero no fue capaz en dos años de articular posiciones coherentes sobre una economía en crisis.

A favor del aborto

Si Friedman, cuyo mayor mérito es haber trabajado en Goldman Sachs con Robert Rubin, el idolatrado secretario del Tesoro de Bill Clinton, llega a la Casa Blanca, Bush tendrá que entenderse con un hombre prestigioso en Wall Street, pero más preocupado por el equilibrio presupuestario que por las rebajas de impuestos, con muchos amigos entre los demócratas (incluyendo a Hillary Clinton) y, a diferencia del "núcleo duro" republicano, firmemente partidario del derecho al aborto.

Bush ha conseguido hasta ahora que el terrorismo y el enfrentamiento con Irak encubran su incapacidad para articular una política económica. Pero con Alan Greenspan, el presidente de la Reserva Federal, ya en el tramo final de su carrera, con unos tipos de interés tan bajos que no permiten estimular el crecimiento por la vía monetaria, y con la economía amenazada de deflación, el presidente necesita algo parecido a un mago en el Tesoro.

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