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Presente y futuro

La agricultura ecológica es la denominación oficial española que agrupa a las agriculturas llamadas biodinámica, biológica, orgánica y permacultura. Ésta se basa en el fomento de los ciclos naturales del suelo, plantas y ganado, mediante la fertilización con abonado verde y materia orgánica; la rotación de cultivos; el control de las plagas mediante la lucha integrada y la biodiversidad; el desarrollo de la ganadería con piensos ecológicos y el bienestar animal. Esta definición se desarrolla en dos reglamentos de la Unión Europea cuya aplicación controla el Comité de Agricultura Ecológica de la Comunidad Valenciana.

Sus orígenes son lejanos, a principios del siglo XX para la agricultura biodinámica alemana, y los años cuarenta para la agricultura orgánica inglesa. Después vendría la irrupción de la agricultura biológica francesa y, años más tarde, en los sesenta llegaría a España. Pero es en la década de los noventa cuando aumenta rápidamente. En los noventa la Política Agraria Comunitaria inicia cambios que incluyen el desarrollo rural como objetivo, y que además debe ser sostenible. La agricultura inicia de esta manera una relación integradora con el medio ambiente. Y, además, pasa a tener aspectos multifuncionales. Ya no es exclusivamente productora de alimentos y fibras, sino que es receptáculo de tradiciones culturales y paisajes. En la actualidad la mayor parte de nuestra producción ecológica se exporta a los países del norte de Europa, donde hay una gran demanda y unas redes comerciales establecidas. Pero, aunque importante, no puede confiarse exclusivamente en los mercados exteriores sino que hay que promover el mercado interior. Los consumidores nacionales deben conducir su expansión exigiendo cantidad, calidad y control sobre la producción. En España, algunos consumidores se quejan de los elevados precios del alimento ecológico y de las dificultades de encontrarlo en el mercado. Esto es debido a su mercado especulativo y errático donde no hay una red comercial adecuada que conecte eficientemente productor y consumidor. Los precios del alimento ecológico bajarán si aumenta su producción y su oferta. Aún así, siempre presentarán un lógico plus como reflejo de sus efectos externos positivos: la calidad, la salubridad de los alimentos, el cuidado del patrimonio rural y la protección medioambiental no pueden obtenerse a coste cero.

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El agricultor que se aventura en la agricultura ecológica corre, al principio, indudables riesgos. La transformación del cultivo convencional al ecológico comporta pérdidas en su producción que acarrean una disminución momentánea en sus ingresos, sin contar con los costes de inscripción en el Comité. De ahí la importancia de compensar con ayudas este cambio. Además necesita un asesoramiento continuo, por lo que es imprescindible la promoción de centros y profesionales que informen a los agricultores en las nuevas técnicas. En definitiva, ganar una autonomía profesional que ha ido perdiendo en los últimos años.

En el plano institucional, el Gobierno debe proteger esta actividad en su primera fase de crecimiento. Máxime cuando todos los países de la UE ya han establecido planes de promoción y medios en forma de ayudas técnicas y económicas. España ha llegado a la agricultura ecológica después. Debe elaborar con rapidez su propia tecnología agraria, distinta de la del norte europeo, y competir sin tardanza en el sector comercial. Pero nada se podrá hacer sin la ayuda decisiva de nuestras instituciones. En la actual situación, y durante unos años, la protección a nuestros productos, la organización del sector, la formación de los agricultores, el apoyo a las redes comerciales propias es vital. Y en estos puntos, sólo la iniciativa pública puede abordar acciones vedadas al sector privado por su elevado coste y riesgo.

Enric Mateu es coordinador de La Masia d'Agricultura i Ramaderia Ecològica El Teularet.

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