Una proposición modesta, y una letra nueva
Quiero felicitar con estas líneas el temple crítico de Javier Pradera, a sólo un día de su onomástica, por su artículo Tres semanas que desnudan al Gobierno (EL PAÍS, 4 de diciembre de 2002, página 17). Su ecuanimidad ha sabido resumir el empecinamiento gubernamental en negar la realidad -hoy ennegrecida- del PP.
Sólo quisiera añadir, preocupado como estoy por el lenguaje, una modesta nota a la consideración del lector. Para abundar en la ecuanimidad, tan imprescindible para la salud pública, reconozcamos que al PP, popular como es, le incumbe poner en práctica el refrán "ojos que no ven, corazón que no siente". Y aplicar su tan segura lentitud en reaccionar ante una marea que, como todas las suyas, sólo debía ser azul. Ellos no veían y, al no ver, les sorprendió lo muy negra que la juzgaban los otros. De modo que Aznar, De Grandes, Arenas y Cascos, aparte o de consuno con Rajoy o el cinegético Fraga, han escenificado la famosa comedia "La marea ha venido, nadie sabe cómo ha sido", en curso de publicación. Más enterados en Portugal que en Galicia, más previsores en Francia que en España, resulta que el balance de un Estado protector queda en palabras, palabras, palabras. (Alguien sabrá a quién atribuirlas).
El PP merece un homenaje, que uno simbolizaría en el cambio de la letra jota. A partir de ahora, llamarla jeta sería lo propio y contundente. Sería la letra rotunda, incombustible, inasequible a ambigüedades como una danza o una letra que -casi un balancín- parece temblar o no estar quieta. De modo que nada de jotas y, en lugar de letras de base inestable, imponer una que la tenga horizontal, sólida. Y que brille en el diccionario, a falta de realidad mejor. Una L, vaya -como la de Libertad-, pero al revés. Tener (jeta) es lo que importa. Y no el acceso a "citoyen" del castigado paisajane gallego.-
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