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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Laboratorio peligroso

Venezuela afronta su cuarto intento de huelga general en un año, que el Gobierno califica de golpista y subversiva, y sus convocantes -una plataforma de oposición que incluye a las mayores agrupaciones sindicales y de empresarios-, de intento de salida pacífica y electoral a un enfrentamiento insostenible. La duración de la huelga y su impacto político están por ver, pero el clima se ha enrarecido más después de que el Supremo invalidara una decisión del Consejo Electoral para celebrar en febrero próximo un referéndum no vinculante, avalado por dos millones de firmas, sobre la continuidad en el poder del presidente Chávez.

El país caribeño se ha convertido en un peligroso laboratorio en el que se ensayan procedimientos -algunos inadmisibles- para solventar una pugna cuyos protagonistas parecen incapaces de reconducir civilizadamente. El hecho de que prácticamente se haya aposentado como mediador en Caracas el secretario general de la OEA permite comprender el alcance del abismo entre Gobierno y oposición, dos bandos progresivamente radicalizados cuyo último encuentro, presidido por César Gaviria, naufragó el pasado fin de semana entre acusaciones mutuas de intransigencia.

El experimento populista de Hugo Chávez parece fracasado, pese a las esperanzas que muchos depositaron en él. Fue votado arrasadoramente por sus compatriotas en 1999 y ha utilizado desde entonces nuevas elecciones y una serie de consultas populares para reescribir la Constitución y ampliar su mandato hasta 2007. El apoyo de que gozó el hombre de la "revolución bolivariana" se ha ido trocando en desencanto, como reflejan los sondeos de opinión, asaeteado por una realidad muy distante de aquellas promesas y el agudo deterioro económico. Alguna decisión presidencial reciente como la de arrebatar el control de la capital a la policía metropolitana ha llevado el ambiente al borde de la ingobernabilidad.

Pero las huelgas generales y el fomento a ultranza del golpismo no son soluciones mejores que los intentos de recurrir a la ley marcial. El proceso democrático venezolano, por renqueante que sea, no puede ser interrumpido a la fuerza por ninguno de los antagonistas. Venezuela es además el cuarto productor mundial de petróleo, y una quiebra violenta del orden tendría consecuencias muy graves para la región y el conjunto de Latinoamérica, donde se dan otros focos de inestabilidad y se ensayan modelos políticos de carácter igualmente populista. Urge un esfuerzo inmediato y enérgico de sus vecinos, y sobre todo de EE UU, aliado de Caracas y destino clave de su crudo, para detener la espiral que conduce al enfrentamiento civil.

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