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Columna
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Turquía, el cliente favorito del FMI

Joaquín Estefanía

No es cierto que todos los países emergentes tengan el mismo grado de dificultades con el Fondo Monetario Internacional (FMI). Una cosa es Brasil, otra Argentina... y otra Turquía. País fundador de la OTAN, eterno aspirante a la entrada en la Unión Europea, cortejado por Bush para obtener su apoyo ante un ataque a Irak (EE UU le asegura ayudas económicas y su inmenso poder de lobby frente a los Quince), Turquía ha sido un país mimado por el FMI, que le ha obsequiado con créditos superiores a los 30.000 millones de dólares, más que a cualquier otro cliente.

Siendo el mayor deudor del organismo multilateral, Turquía todavía tiene pendiente de desembolso algunos créditos más (del FMI y del Banco Mundial). Para conseguirlos se tendrá que estrenar el nuevo interlocutor: el Partido de la Justicia y el Desarrollo (AKP), que acaba de ganar las elecciones por mayoría absoluta y que está inédito en el arte de gobernar. Ello suscita incógnitas hasta ahora no contempladas, entre otras la de qué significa ser "islamista moderado". El nuevo primer ministro, Abdala Gül (antiguo ejecutivo de la gran banca árabe en Europa) se encuentra con una coyuntura macroeconómica ligeramente mejor que la de los peores tiempos: hipótesis de una economía en crecimiento para el año que finaliza, reducción de la inflación, superávit fiscal primario... Ello, como consecuencia del riguroso plan de ajuste instrumentado por el anterior zar de la economía Kemal Darvis (ex vicepresidente del Banco Mundial), que aplicó en parte las recetas del FMI (reestructuración económica, flexibilización laboral, privatizaciones, limpieza del sistema bancario...).

Esa mejora es muy relativa. Turquía acaba de pasar la peor crisis desde la segunda guerra mundial. Según algunas estadísticas, su economía se contrajo en 2001 casi un 10%, la lira se depreció respecto al dólar más de un 50% y la inflación se aproximó en ese mismo año al 70%. Además, las recetas del FMI no son indoloras: el crecimiento espectacular del desempleo se añadió a circunstancias políticas como la fuerte corrupción. De esa combinación salen las explicaciones para un cambio tan radical del mapa político como el que se acaba de producir en el Parlamento, en el que las antiguas formaciones políticas, de uno y otro signo, han sido barridas. Transformaciones telúricas tan significativas suelen remitir el apetito de la inversión extranjera, poco acostumbrada al riesgo. Además, la tradición intervencionista de los militares turcos ataturkistas ante cualquier islamización de la sociedad aumenta la alerta.

Si hay alguna característica que sobresale por encima de las demás en la economía turca es la enorme fragilidad de su sistema financiero. Una fragilidad, por otras causas, a la japonesa. Su necesidad de recapitalización, las políticas clientelares aplicadas, las tradicionales pasarelas entre el poder bancario y el poder político han debilitado a este sector hasta extremos inimaginables en otros países occidentales. En 1999, en Turquía funcionaban más de 80 fichas bancarias; hoy no llegan a 60. El resto fueron intervenidas por el Fondo de Garantía de Depósitos. Cualquier nuevo acuerdo con el FMI pasa por continuar fortaleciendo al sector financiero, así como por un reajuste en la plantilla de empleados públicos, hinchada artificialmente en los últimos tiempos.

En este entorno, los compromisos políticos y económicos se confunden. Cuando los dirigentes del AKP multiplican su presencia en las capitales europeas demandando fechas concretas para la entrada en la UE, sus interlocutores no exigen sólo un compromiso explícito sobre la homologación de los derechos humanos en Turquía con los de la UE, sino bases nítidas de cuál va a ser la política económica a aplicar. Con una ventaja para los nuevos gobernantes: que encontrarán una mayor comprensión del FMI que cualquiera de los países emergentes con problemas similares, o incluso menores, de los que tiene Turquía. La geopolítica influye directamente en la economía. Más que el superávit o el déficit fiscal.

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