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Reportaje:

A salvo de los murciélagos rabiosos

Seis personas han sido mordidas por quirópteros con rabia en España, pero la vigilancia evita muertes como la de Escocia

Pablo Ximénez de Sandoval

Pocas personas pueden contar que les haya mordido un murciélago. En los últimos 15 años, en España sólo se han encontrado seis casos parecidos al del naturalista al que mordió un quiróptero en Escocia la semana pasada y que murió víctima de la rabia que le contagió. Ninguno de los casos españoles ha acabado en muerte. De hecho, el británico David McRae, de 56 años, es el primer fallecido en la UE por rabia (concretamente, por European Bat Lyssavirus tipo I) en la última década, y en el Reino Unido es el primero en un siglo. Pero sólo unas medidas de seguridad intensivas garantizan que se mantenga esa situación y que el caso escocés se quede en una curiosidad para expertos.

"El cuadro clínico de la rabia es espantoso", explica Javier Echevarría, facultativo del laboratorio de referencia de la rabia del Instituto Nacional de Epidemiología. "Empieza con un dolor, una especie de angustia, en la zona de la mordedura. Luego, el virus va escalando por el sistema nervioso en dirección al cerebro. Empiezan las fiebres, el malestar, la garganta se inflama y se paraliza. Los perros rabiosos no beben porque les duele. Finalmente, el virus llega al cerebro y provoca una encefalitis. Entonces es cuando se desarrollan la parálisis, los dolores y la agresividad. Esta agresividad, la necesidad de morder, no es otra cosa que el medio que utiliza el virus para buscar nuevas víctimas, ya que se transmite por la saliva". Además, "después de aparecer los primeros síntomas, la muerte ya es inevitable. No hay nada que hacer".

"Si se encuentra un murciélago en el suelo es que está enfermo. No se le debe tocar"

En el Reino Unido no se veía un caso desde hacía un siglo, y la alarma ha provocado que Escocia suspenda todas las licencias para el estudio de murciélagos "hasta que se conozcan exactamente los riesgos", según anunció el martes un portavoz del Servicio Nacional de Salud (NHS) británico. La última víctima de este horror en España fue un médico mordido por su propio perro en 1975. "En aquella ocasión, el hombre no quiso terminar el tratamiento antirrábico", recuerda Echevarría. La misma imprudencia mató al naturalista de Escocia, que rechazó el tratamiento.

Gracias a la vacuna, desde hace 27 años no ha habido más muertes en personas. La rabia endémica desapareció de España en los años sesenta a raíz del comienzo del control y vacunación obligatorios para todos los perros. Pero en los años ochenta se comenzó a investigar otra variante del virus transmitida por los murciélagos. Hoy se conocen siete tipos de virus de la rabia, todos mortales. Desde entonces, se han detectado casi 700 murciélagos rabiosos en Europa. Estos animales han agredido a seis personas en España. La última ha sido una niña pequeña en Archena, Murcia, en abril de este mismo año.

"Pero la vacuna es efectiva en un 100%", tranquiliza Echevarría. "Cuando se sufre una mordedura hay que acudir al médico inmediatamente. A ser posible, con el animal. En 15 días se puede saber si éste tiene rabia y si hay que aplicar la vacuna". Por otro lado, "la vacuna ya no es como antes, que eran inyecciones muy dolorosas en la barriga. Ahora es un tratamiento como cualquier otro".

En España la zona con más casos de rabia animal es Melilla, por su cercanía con Marruecos. Sólo este año se han detectado cinco perros y un caballo enfermos de rabia, mientras que el murciélago de Murcia es el único caso en toda la Península y las islas. "Es curioso ver cómo en Ceuta, al existir una barrera física con Marruecos, los casos se han reducido a cero. Sin embargo, Melilla está muy contagiada por perros vagabundos del país vecino", explica Carlos Abellán, especialista en rabia del Ministerio de Sanidad y técnico de referencia en España para la OMS.

"En el caso del caballo", continúa Abellán, "la alarma fue bastante importante, puesto que había sido montado por mucha gente y, además, es normal que manchen de saliva. Se tuvieron que poner muchas vacunas".

Una red de especialistas está en permanente alerta para actuar ante cualquier infección de rabia. "Afortunadamente", dice Juan Echevarría, "tenemos mucho contacto con los expertos en murciélagos de todo el país. Si hace falta analizar cualquier población, en cualquier momento, hay capacidad para hacerlo". Un ejemplo son los murciélagos de la Catedral de Sevilla, que son analizados periódicamente desde que en 1999 un hombre fue mordido por un ejemplar con rabia en el interior mismo de la catedral.

Control estricto

Las principal recomendación del Instituto Nacional de Epidemiología, en un informe publicado en mayo de este año, para evitar contagios de rabia es nunca recoger o tocar un murciélago del suelo. Como dice Echevarría, "si está en el suelo, está enfermo". Esto es muy importante en el caso de los niños. También se debe evitar que los animales domésticos entren en contacto con murciélagos.

Muchas veces, la mordedura de murciélago es tan pequeña que pasa inadvertida. Ante la duda, se debe iniciar tratamiento antirrábico. Los murciélagos que llevan a cabo agresiones a humanos son siempre conservados y analizados en el laboratorio de referencia nacional.

El virus de la rabia está muy lejos de su extinción. Los últimos casos de rabia en la Unión Europea son importados, es decir, de individuos contagiados antes de entrar en el país. Pero los países del entorno, con menos controles, sufren esta enfermedad mortal. En Rusia se dieron 1.929 casos en humanos el año pasado; en Croacia, 489; en Yugoslavia, 254, y en Turquía, 189. En total, más de 10.000 muertos por rabia en toda Europa según la OMS, pero ninguno autóctono en los 15 países de la UE.

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Sobre la firma

Pablo Ximénez de Sandoval
Es editorialista de la sección de Opinión. Trabaja en EL PAÍS desde el año 2000 y ha desarrollado su carrera en Nacional e Internacional. En 2014, inauguró la corresponsalía en Los Ángeles, California, que ocupó hasta diciembre de 2020. Es de Madrid y es licenciado en Ciencias Políticas por la Universidad Complutense.

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