"Los profesionales se han empobrecido en la última década"
Ricardo Aroca es el decano electo del Colegio de Arquitectos de Madrid, tras vencer a Paloma Sobrini y Emilio Torné en las elecciones celebradas el pasado jueves en la institución colegial de la calle del Barquillo. Extravertido y reidor, Aroca ha dedicado su vida profesional a proyectar y construir centenares de edificios. También a la enseñanza de la arquitectura, como catedrático de Estructuras en la Escuela Técnica Superior de Madrid, donde se doctoró en 1968 y cuya dirección ha ejercido ocho años. A partir del próximo 9 de diciembre, cuando recibirá el relevo de Fernando Chueca Goitia, Aroca, fundador del Club de Debates Urbanos, dirigirá una de las principales instituciones cívico-profesionales de Madrid, con más de ocho mil miembros y un presupuesto de 9 millones de euros.
Pregunta. ¿Qué intención le ha movido a presentarse al decanato?
Respuesta. La lealtad a Fernando Chueca Goitia, al que, con arquitectos de otras sensibilidades, empujamos a que se hiciera cargo del timón colegial en un momento verdaderamente difícil, hace tres años. Cumplidos sus objetivos, pensé que era mi deber presentarme.
P. ¿Qué otras personas empujaron a Chueca al decanato?
R. Arquitectos como Fernando Ortiz o Luis Rodríguez Avial. Ortiz fue la primera persona a la que anuncié con antelación mi propósito de concurrir a las urnas. Luego, se intentó -y no prosperó- un proyecto de integrarnos a Sobrini y a mí en la misma candidatura.
P. ¿Cuáles son las principales dificultades a las que se enfrenta dentro del colegio?
R. Hay un aparato administrativo muy amplio, acostumbrado a trabajar con unas pautas que ahora deben cambiar. Sé que la gente actúa así movida por buenas intenciones, pero es preciso mejorar esos métodos y satisfacer la necesidad de los colegiados.
P. ¿Cuáles son sus metas?
R. Me daría por satisfecho si consigo que los arquitectos no colegiados se integren y que todos dispongan de información, asesoría y ayuda en todo momento. Además, quisiera que la correspondencia con los colegiados se realizara por correo electrónico. Sólo 1.600 arquitectos de los 8.000 colegiados de Madrid se comunican con Barquillo mediante esta herramienta, cuyo empleo abarataría muchísimo los gastos colegiales.
P. ¿Y qué persigue de las administraciones públicas?
R. Que antes de acometer grandes realizaciones arquitectónicas o urbanísticas, consulten sus decisiones al colegio, como institución experta.
P. En la última década, el precio de la vivienda en Madrid ha subido hasta un 600%. ¿Significa eso que los arquitectos se han hecho seis veces más ricos?
R. No. Los arquitectos se han empobrecido. Cuanto más bajan los intereses para el comprador de una vivienda y más se le alargan los plazos de amortización, más dinero puede pagar por ella y más caro resulta el precio final. Ello da pie a que el suelo se encarezca.
P. ¿Cómo se encarece?
R. En la región de Madrid se ha calificado suelo a una escala sin precedentes: hasta para 1.300.000 viviendas. Pero es evidente que tal suelo no es para construir...
P. ¿Para especular, quizá...?
R. Sí. Aunque, tal vez, más para estampar los libros de balance de las empresas que para otra cosa. El gran problema del suelo es que resulta muy fácilmente acaparable por unos pocos que, de acuerdo con sus intereses, lo ponen en el mercado.
P. ¿Qué solución hay?
R. La intervención estatal en ese mercado con miras a proteger a aquellas personas que no pueden soportar sus fluctuaciones.
P. ¿Por qué el Estado no interviene en ese mercado?
R. Por razones ideológicas. Los que gobiernan ahora creen que cuanto menor sea la intervención estatal, mejor para todos y para ellos... Salvo, al parecer, si se trata de los medios de comunicación, donde dicen que todo ha de ser regulado estatalmente...
P. Si un piso cuesta diez euros, ¿cuántos percibe el arquitecto?
R. Depende del lugar donde se construya. Si se trata de un piso en Chamberí, por ejemplo, el arquitecto percibiría en torno a 0,15 euros del total.
P. ¿Para quién va el resto?
R. Aproximadamente, seis euros costaría el suelo; dos y medio sería el coste de la construcción; un euro, el beneficio del promotor, y medio en tasas municipales, dictámenes de instalaciones y otras gabelas.
P. ¿Cómo piensa combatir la creencia, tan extendida, de que el arquitecto es un mero agente inmobiliario?
R. Primero habría que persuadir a los arquitectos que se comportan como tales.
P. Algunos colegas suyos recuerdan mal la beligerancia política desde el Colegio de Arquitectos durante la transición de la dictadura a la democracia...
R. Desde la distancia admito que puede resultarles inconfortable. Pero les recuerdo que, gracias a aquellas movilizaciones y a las de otras profesiones, la Constitución de 1978 reconoció la valía democrática de colegios como el nuestro. Hoy, afortunadamente, hay ya cauces de participación y los colegios pueden hallar su encaje en la sociedad.
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