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Columna
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Rato suspende a Aznar

Las condiciones esenciales para llegar a presidente de Gobierno son, según Leopoldo Calvo Sotelo, que lo fue en 1981-82, saber algo de economía, tener experiencia exterior y ser buen parlamentario (La Razón, 18-11-02). Se le olvidó añadir otras dos: capacidad para aprender y vista para elegir a sus colaboradores. Esta última asignatura, podría convalidarse por la primera: rodearse de gente solvente en la materia vale por la de saber algo de economía.

Aznar tacha a Zapatero de "insolvente"y le devuelve a la Universidad: "En primero de Económicas enseñan que lo que propone no se puede hacer". Lo dijo en respuesta al discurso de Zapatero en las Jornadas de The Economist, celebradas la semana pasada. Es un juicio bastante osado, y hasta Rato le ha desautorizado implícitamente al decir que lo que propone el jefe de la oposición es lo que ya hace el Gobierno del PP. Pero también ese juicio es algo injusto.

Zapatero no sólo habló del déficit. Su tesis central fue que se ha agotado el modelo de crecimiento seguido por el PP, que ha funcionado sobre la base de creación de empleo barato aprovechando una inmigración desordenada y la incorporación al mercado laboral de jóvenes en condiciones precarias, con salarios bajos y jornadas excesivas. Ese modelo de crecimiento tuvo su justificación cuando la prioridad era reducir una tasa de paro que doblaba la media de la UE. Agotado ese factor de crecimiento afloran sus efectos negativos: descapitalización y, en consecuencia, bajo crecimiento de la competitividad, que podría agravarse a causa de la inflación. Zapatero puso especial énfasis en el atraso tecnológico acumulado, que no dejará de lastrar el crecimiento futuro.

Es cierto que la economía española ha crecido estos años más que la media europea, pero muchos de los factores que han favorecido ese resultado, como la rebaja de tipos de interés derivada de la incorporación a la moneda única, son irrepetibles. Y ese crecimiento tampoco ha sido tan excepcional. Si se descuenta el bienio 1992-93 de crisis económica internacional, el crecimiento de los doce años y medio de gobierno socialista, 3,3% en promedio, es el mismo que resultará a fines del año próximo de los siete de gobierno del PP. Con la diferencia de que en este periodo la productividad ha crecido a un ritmo medio del 0,6% , frente al 1,9% anual que creció entre 1980 y 1996.

Y ello pese a que fueron los años de creación del moderno Estado del bienestar, con universalización de la cobertura sanitaria y fuerte expansión de educación, pensiones y subsidio de desempleo, que hizo que el gasto público pasara del 37% del PIB de 1982 (doce puntos por debajo de la media europea) a prácticamente el 50% a mediados de los noventa. En correspondencia con ese aumento, la presión fiscal creció un 10%, mientras que en países como Alemania o el Reino Unido se mantenía casi constante.

Una política de esa factura sería inaplicable en las condiciones de la economía globalizada actual, y más en el marco de la UE, con una política monetaria definida por un Banco Central Europeo más atento a los intereses de economías como la alemana, al borde de la recesión pero sin inflación, que a los de la economía española. Sobre todo, ya no son posibles políticas que impliquen un fuerte déficit público y un endeudamiento creciente, que condicione el crecimiento. Por ello, no es banal que Zapatero adelantara su compromiso de estabilidad presupuestaria, aunque precisando que ese objetivo debe medirse en promedio, y no año a año: compensando en otros ejercicios eventuales desviaciones coyunturales. Lo sustancial respecto al gasto no es el tope del 40% del PIB sino su composición. El equilibrio conseguido por el PP ha implicado un abandono de inversiones públicas (y privadas estimuladas fiscalmente) en modernización tecnológica e infraestructuras que será necesario recuperar ahora.

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El fracaso de la política económica izquierdista del primer Gobierno de Mitterrand, en 1981, fue una vacuna que libró al PSOE de errores similares a partir de 1982. Tal vez ahora los errores de cálculo de Schröder -cuyos problemas de déficit derivan del insuficiente crecimiento- hayan ayudado a Zapatero a modular su programa en el sentido de combinar productividad y empleo. No es que Rato le apruebe, pero al menos no le desautoriza como a Aznar.

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