Sexo y malos tratos
Una psicóloga estudia los lazos afectivos y sexuales de las mujeres que sufren la violencia de su pareja
Una parte importante de la mujeres que padecen malos tratos de su pareja resultan también agredidas sexualmente y violadas. Pero otras muchas, las que no son forzadas durante las palizas, siguen manteniendo relaciones voluntarias y satisfactorias, lo que indica que además del grado de dependencia económica o del miedo, existen otros vínculos que atan a la víctima con su verdugo. Lola Cánoves, psicóloga valenciana, ha estudiado el tema de los malos tratos y la sexualidad a partir de un grupo de 23 mujeres, la mayoría de ellas residentes en una casa de acogida de Valencia.
El simple hecho de que hayan tenido que refugiarse en un lugar así ya indica, para Cánoves, que se trata de mujeres sin recursos ni apoyos externos, lo que les da un sesgo socioeconómico a tener en cuenta. "Son parejas", explica, "que se han conocido en el barrio, de adolescentes. Ellas suelen ser chicas que han querido salir pronto de casa porque el entorno (muchas veces también crispado) no les resultaba cómodo. Ambos están muy marcados por los estereotipos, y cuando la persona no responde a las expectativas que cada uno tenía del otro, se genera una frustración enorme. Pasa el tiempo y él deja de ser aquel líder, el héroe de la panda; a veces incluso se muestra débil, cuando no está bajo los efectos de la sustancia que necesita. Ella formula reproches a los que él responde con violencia, a la que siguen nuevos reproches y así hasta el infinito. Sumisión y agresividad no son contradictorias: ninguno ha adquirido las habilidades sociales que les puedan llevar a negociar, a consensuar. Cada reacción visceral cierra el círculo vicioso, demostrando que la violencia sólo conduce a la violencia".
"Él se arrepiente, pide perdón, jura que no volverá a suceder, y ella se lo cree"
Del estudio de Lola Cánoves se desprende que estas mujeres (la mayoría de entre 20 y 40 años, nivel cultural bajo o muy bajo, sin actividad o con actividad no cualificada) no han recibido prácticamente ninguna información sexual. Más de la mitad sólo ha tenido un compañero y la edad para la primera relación se establece entre los 13 y los 17 años en un 58% de los casos. La inmensa mayoría refiere entre 5 y 15 años de convivencia.
"La relación afectiva y sexual ha tejido unos lazos muy estrechos, pese a la situación de violencia", explica la psicóloga. "Suelen producirse episodios de forma discontínua, arrebatos puntuales, que son los que peor controla la víctima. Pero por otra parte, ésta siempre espera que sea la última vez. Él se arrepiente, pide perdón, jura que no volverá a suceder, y ella se lo cree, dejando que prime el patrón afectivo. Y esta reacción es la que refuerza, la que sustenta la situación de malos tratos, impidiendo acabar con ellos".
Así, la golpeada suele armarse de paciencia para recomponer la relación : "en el fondo estamos bien, es buena persona, ha sido por el alcohol, sé que cambiará....le voy a dar otra oportunidad". Muchas palizas acaban en reconciliación, en la cama...y así pasan años aguardando la mejoría que no llega. Eso explica también que tantas denuncias sean retiradas voluntariamente.
"En ese aguantar y esperar", dice Cánoves, "las mujeres llegan a planificar un hijo como solución, pero las más de las veces ésto no hace más que complicar las cosas." Otros casos de no denuncia se deben simplemente al pánico en el que viven mujeres apaleadas y violadas, el terror paralizante que les producen individuos muy agresivos. Obviamente, son quienes aseguraron a la psicóloga que no obtenían ningún tipo de satisfacción sexual. "Luego están unas pocas mujeres, de clase media o acomodada, que no residían en la casa de acogida. Suelen presentar un tipo de maltrato más psicológico que físico, y ellas mismas confiesan que prefieren no romper la relación por miedo a perder su estatus económico o social".
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