Nuevos consejeros, viejos cargos
Uno de los nuevos consejeros, tras tomar posesión, reunió a todos sus directores generales y les advirtió: "No voy a cambiar a nadie, pero al que se mueva lo envío al espacio". La sexta crisis desde 1999 del Gobierno de Convergència i Unió (CiU) se ha hecho con la voluntad de no dejar heridos: es demasiado arriesgado que queden atrás y caigan en manos del enemigo, cuando las elecciones están a la vuelta de la esquina.
Los nuevos consejeros heredan pues la plantilla completa de cargos de confianza que nombraron sus antecesores; además deben administrar unos presupuestos cerrados que ellos no han decidido y en cuya elaboración no han participado. Antes de asumir el mando, ya saben quiénes son sus cargos de confianza y cuánto pueden gastar en cada partida.
Artur Mas ha querido mostrar su habilidad para crear un Gobierno nuevo con el mismo esqueleto del último Ejecutivo de Pujol. Una renovación casi de empresa familiar tradicional: nadie se ha soprendido de que el hereu apenas haya tocado a los viejos contramaestres del taller. Porque lo más destacable de esta crisis no ha sido su contenido sino su cuidada puesta en escena.
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