Paseo urbano por la materia gris
Una guía descubre rincones de Barcelona donde se implantaron los avances tecnológicos y científicos que revolucionaron la vida cotidiana
"Si miramos lo cotidiano con ojos diferentes, la sorpresa está garantizada", explica Mercè Piqueras, autora, junto con Xavier Duran, de Paseos por la Barcelona científica, una guía que invita a realizar un recorrido científico y tecnológico por la ciudad.
El libro, editado por el Ayuntamiento de Barcelona, inicia su andadura recordando que la ciudad ha tenido siempre una fuerte tradición sanitaria: como ejemplo, el actual barrio del Raval acogió el hospital de la Santa Creu i Sant Pau, que data de 1401 y es uno de los más antiguos de Europa. Aunque en la antigua sede de esta entidad se ubica actualmente la Biblioteca Central de Cataluña, en la Real Academia de Medicina, construida en 1764 en los terrenos del hospital, aún puede visitarse el anfiteatro anatómico, donde sobre una mesa de mármol se llevaban a cabo disecciones de cadáveres para conocer mejor el cuerpo humano.
La guía cuenta que en el siglo XVII cobraron especial importancia los barberos cirujanos, que además de afeitar barbas y cortar cabellos, también practicaban sangrías o cauterizaban heridas; eso sí, siempre a las órdenes del maestro de medicina. Si ahora los años de esperanza de vida de los barceloneses alcanza una de las cotas más altas del mundo, en el pasado la ciudad tuvo que afrontar décadas plagadas de epidemias como la de la fiebre amarilla, que en 1819 mató a 6.000 personas.
Caundo se pasea se tiene la oportunidad de sorprenderse ante el ligero rastro de estas enfermedades: sobre un humilde establecimiento dedicado a infectados por la peste bubónica se estableció el hospital del Mar a principios del siglo XX; Can Masdeu fue una leprosería antes de erigirse en la actual enseña del colectivo okupa, y el actual barrio de La Salud nació en el siglo XIX, cuando enfermos adinerados huían de las epidemias y acudían a esos terrenos, más tranquilos y ventilados que la ciudad vieja.
Si el conocimiento sanitario ha dibujado parte de la fisonomía de la ciudad, el desarrollo de la tecnología aplicada es otro de los hilos conductores para comprender la historia de Cataluña y su capital. La revolución industrial del siglo XIX llegó a la ciudad vieja de Barcelona sin capacidad para acoger las dimensiones de las primeras naves industriales. La ciudad se abrió al exterior, y gran parte de las emergentes fábricas se instalaron en Poblenou, hasta entonces tierra de marismas ocupada por payeses, ganaderos y pescadores. De las 120 chimeneas industriales que tiene la ciudad, 50 están en este barrio perteneciente al distrito de Sant Martí, conocido entonces como la Manchester catalana.
La incipiente producción de las fábricas aumentó sensiblemente con el desarrollo de nuevas energías como la luz de gas y después la electricidad. Cuenta el libro que el primer farol de gas que vio Barcelona se instaló en la Llotja, antigua sede de la Bolsa de Barcelona, y no fue hasta 1842 que La Rambla y sus calles adyacentes fueron iluminadas por la energía del gas.
Einstein en Barcelona
La guía de Duran y Piqueras recuerda, por ejemplo, que en plena efervescencia fabril, en 1923, Albert Einstein visitó las instalaciones de la Escuela Industrial en la calle de Urgell, que entonces ya era uno de los centros punteros en avances tecnológicos relacionados con el transporte, otro de los ejes básicos que transformaron la ciudad para siempre.Los autores Duran y Piqueras recuerdan que en 1845 se tardaba tres meses en ir de Barcelona a Valladolid, por lo que un comerciante decidió invertir en la construcción de carreteras y en el incipiente transporte ferroviario. Era el fundador de la empresa Piera, Cortinas y Compañía, ahora Fomento de Construcciones y Contratas (FCC). Con la llegada del ferrocarril se hizo imprescindible la construcción de las estaciones que, una vez más, revolucionaron el paisaje urbano, como la estación de Francia, con sus espectaculares techos para acoger todo el humo de las locomotoras.
Pero las tecnologías cambian, y con ellas los tiempos, y en los mismos terrenos donde se erigieron inmensas naves fabriles como Hispano Olivetti o La Maquinista, son ahora grandes zonas de ocio y centros comerciales. Mientras, y una vez más, la actividad económica se transforma y con ella arrastra a la historia: el distrito 22@, en el mismo Poblenou, empieza ahora a acoger las llamadas fábricas del futuro, cuya producción se basa en la nueva tecnología del conocimiento.
Los médicos y sus calles
Barcelona es una ciudad con fuertes lazos con la medicina y sus valedores, como demuestra que algunos alcaldes fueran médicos, como Bartomeu Robert o, actualmente, Joan Clos. La guía Paseos por la Barcelona científica nos recuerda que si echamos una ojeada al callejero veremosque 60 calles, plazas y jardines de Barcelona llevan el nombre de médicos,en homenaje a los que, en el ejercicio de su profesión, transformaron o salvaron a muchos: por ejemplo, Émile Roux,cuya calle está el distrito Sarrià-Sant Gervasi, bacteriólogo francés colaborador de Pasteur; Pere Franquesa, que tiene una plaza en Sants-Montjuïc, importante comandante médico republicano durante la guerra civil, y Miguel Servet, que tiene una calle dedicada en Sant Andreu, que en el siglo XVI describió la circulación pulmonar de la sangre, lo cual pagó con su vida al ser declarado hereje y quemado vivo.
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