Museo, un espacio transformado
El segundo piso del Museo de Bellas Artes de Bilbao acoge una exposición sobre su última metamorfosis arquitectónica. Son fotografías de Patxi Cobo (Ortuella, 1953) realizadas entre 1999 y 2001, mientras se llevaba a cabo la reforma y ampliación del edificio impulsada por su entonces director, Miguel Zugaza. La colección, además de un seguimiento salteado de los trabajos efectuados en el tiempo indicado, evita intencionadamente la figura humana y se centra en la interpretación de los espacios y las formas que generó todo un proceso destructivo-constructivo.
El conjunto ofrece, inevitablemente, la sensación de caos que tiene toda obra civil donde los obreros organizan sus labores y herramientas a libre albedrío, combinando eficacia y comodidad. Una vez dentro de esta complejidad, la magia de los encuadres elegidos sumerge al espectador en un territorio fotográfico donde se saborea lo nimio y lo grandioso de los detalles. La cámara de gran formato ha recorrido interiores y exteriores manteniéndose estricta en el control de las líneas verticales, pero además no ha dudado en aceptar la paleta luminosa más amplia.
Ha funcionado con luces llegadas de todas direcciones y momentos. De esta manera, nos encontramos con el embrujo de unos rayos de sol atravesando los nubarrones de una tormenta de granizo, el tamizado lumínico de un día gris, el frío azul del mediodía, los tonos cálidos del atardecer, combinaciones de sol y sombra, contraluces o tomas nocturnas donde las farolas encendidas se mezclan con los tonos violetas del crepúsculo para realzar fantasmagóricamente las formas del museo.
Desde la realización se ha buscado la combinación de imágenes en blanco y negro con otras en color en una coexistencia armoniosa, de igual a igual, sin otorgar relevancia especial a las particularidades cromáticas de unas u otras. No obstante, salvo la generosa intencionalidad teórica, constituye una propuesta compleja en su percepción debido a las variables interpretativas que nuestra propia civilización impone y los distintos grados de información visual que ofrece una y otra manera de hacer.
Sin ser una formula recurrente, durante el transcurso del proyecto se repiten (sin excesiva exactitud) algunos puntos de vista. Es una comparación por la que se toma conciencia de las transformaciones llevadas a cabo. Queda patente el antes y el después de aquellos lugares, el inevitable paso del tiempo y, de manera inconsciente, una ligera conmoción devuelve a la memoria experiencias vividas. Todo un conjunto de testimonios y emociones recogidas en un magnífico libro que acompaña a la exposición.
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