_
_
_
_
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

El abrazo preventivo del oso

Andrés Ortega

Estados Unidos está a punto de darle un gran abrazo a Europa con la metamorfosis que va a sufrir la OTAN en la cumbre que se celebra esta semana en Praga. ¿Acaso, como dicen algunos altos funcionarios, "más OTAN no impulsa más Europa"? Lo hizo en la guerra fría. Pero en el mundo actual el abrazo puede llegar, si no a asfixiar, sí a dificultar la autonomía de la Unión Europea.

Tras las dudas sobre el interés de EE UU por la Alianza, ésta se dispone no sólo a proseguir su expansión a nuevos miembros (cuyas sociedades, en general, valoran más su ingreso en la OTAN que en la UE) y a cambiar su estructura de mandos, sino a tener un alcance global, dispuesta a intervenir "dondequiera que sea necesario" (como se aprobó en mayo). Con la asociación de Rusia y otros países, la alianza de hecho da la vuelta al planeta en su hemisferio norte. Y su primer nuevo papel puede llegar, justamente, en Afganistán, a requerimiento de Alemania y Holanda.

En Praga, los 19 aliados aprobarán un documento titulado Concepto militar de la lucha contra el terrorismo, en el que asumen la doctrina Bush de la posibilidad de ataques preventivos ("defensa anticipatoria", se prefiere decir en la sede de la OTAN) en tres casos, siempre frente a amenazas de "origen exterior": ante un ataque terrorista inminente, cuando haya información fundada de que se prepara tal ataque o si es la OTAN la que está en guerra y prevé que la otra parte prepara un acto terrorista en respuesta. La OTAN deja de ser una alianza puramente defensiva, un cambio sustancial que puede resultar peligroso. Y aunque la Alianza se prepare para la guerra en red, este concepto responde aún esencialmente a una visión de guerra entre Estados más que contra enemigos difusos. El concepto tiene algo de coyuntural, diseñado no sólo a resultas del 11 de septiembre, sino también para el caso de Irak, cuando Bush le va a pedir a la OTAN en Praga que le lance una clara señal a Bagdad.

El abrazo del oso a los planes europeos puede venir de la creación de la Fuerza de Respuesta de la OTAN. Londres y Washington quieren que sea operativa en 2003, antes que la europea de Reacción Rápida, con menos soldados (20.000 frente a 60.000), pero con un grado de medios, preparación, asignación y dedicación de los componentes nacionales mucho mayor que en el caso europeo, para poder intervenir, como punta de lanza, en un plazo de tres a cinco días (frente a 60 para la europea). Puede constituir "la legión extranjera del Pentágono", en expresión de William Pfaff.

La UE podrá hacer uso de los medios de la OTAN, pero con un droit de regard, de veto, por parte de Washington. Blair ya ha sido tajante: no aceptará ningún desarrollo de la política militar de la UE que socave la OTAN. Las opiniones públicas europeas apoyan la opción de que la UE llegue a ser una superpotencia, pero no que aumenten sus gastos militares. Y, junto a esta contradicción, los europeos no se fían unos de otros, ni plenamente de EE UU. Por eso, un país como España no quiere asumir totalmente la lógica de una mayor especialización militar de cada país en la OTAN como quiere EE UU. Teme que, ante sus problemas (en el norte de África, por ejemplo), acabe quedándose sola, y de ahí la necesidad de mantener una capacidad autónoma nacional, por ejemplo, aérea o submarina.

La transformación de la OTAN llega cuando las opiniones públicas de Europa y EE UU están separadas por unas visiones distintas de las amenazas en el mundo, ya sea referentes al terrorismo internacional, a Irak, al conflicto entre palestinos y árabes o a China como potencia mundial, según una interesante encuesta recogida en Foreign Policy (noviembre de 2002). Una mayoría (55%) de los europeos piensa que las políticas de EE UU contribuyeron al 11-S. ¿Sobre estos cimientos psicosociales va a consolidarse la nueva OTAN?

Conocer lo que pasa fuera, es entender lo que pasará dentro, no te pierdas nada.
SIGUE LEYENDO

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_