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EL NAUFRAGIO DEL 'PRESTIGE'

El juez envía a prisión bajo fianza de tres millones de euros al capitán del petrolero

El patrón es acusado de entorpecer las maniobras de rescate y de posible delito ecológico

El juez que lleva el caso del siniestro del Prestige decidió ayer mandar a prisión bajo fianza de tres millones de euros al capitán del buque, Apostolus Maguras, acusado de entorpecer las maniobras de rescate y de posible delito ecológico. Maguras declaró durante cinco horas en el juzgado de instrucción número 4 de A Coruña. Previamente, a petición suya, había declarado el capitán marítimo de A Coruña, Ángel del Real. Esta comparecencia del responsable de tráfico de naves refleja, tácticas jurídicas aparte, las diferentes estrategias posibles sobre el operativo de rescate del Prestige.

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Una vez abierta la vía de agua en el casco, la casa armadora, y obviamente el propio Maguras, pretendían acercarse a tierra y en puerto o en aguas más tranquilas que mar abierto efectuar una operación de trasvase de la carga de 77.000 toneladas de fuel a otro buque. La intención de las autoridades españolas era alejar al barco lo más posible de una costa con demasiada experiencia en casos semejantes.

La vía de agua se declaró al mediodía del miércoles, día 13. El jueves por la mañana, el petrolero estaba apenas a tres millas de la costa. Los habitantes de Muxía que, como el resto de los gallegos, se habían acostado con la información de que el siniestro estaba aceptablemente bajo control, con la tripulación evacuada al completo y el barco rodeado de remolcadores, se despertaron con el buque prácticamente en la ventana.

Entre el temporal y las maniobras dilatorias de Maguras, los remolcadores no habían podido hacer un enganche firme hasta casi 24 horas después del siniestro. Después, el capitán se negó a poner en marcha la máquina del petrolero (llegó a alegar, falsamente, que había sido afectada por un incendio) para ayudar a los remolcadores a alejarlo de la costa. Marina Mercante tuvo que trasladar al barco a técnicos de la Capitanía coruñesa y amenazar con embarcar una dotación de la Guardia Civil. Las autoridades españolas empezaron a cuestionar públicamente el hecho de que la tripulación, a excepción de los tres oficiales, hubiese parado la máquina y abandonado el barco en lanchas salvavidas, a pesar de que la nave mantenía una flotabilidad aceptable.

Treinta y seis después de la primera alarma, el Prestige había recorrido unas 70 millas, para llegar prácticamente al punto de partida. Las autoridades españolas negociaron con los armadores entregar el barco y la responsabilidad de las operaciones de rescate a la compañía privada de salvamento Smit Tak, con la prohibición de acercarse a menos de 120 millas de la costa.

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Mar adentro

La noche del jueves, los gallegos se fueron a dormir con la idea de que el petrolero, a una velocidad de seis nudos (11 kilómetros por hora) amanecería cerca ya de las 200 millas mar adentro, según la estimación del delegado del Gobierno en Galicia, Arsenio Fernández de Mesa.

La mañana del viernes estaba sin embargo a poco más de 60 millas. Los siete técnicos españoles y holandeses de la Smit Tak embarcados para hacerse cargo del gobierno del buque habían decidido parar las máquinas, porque las vibraciones estaban afectando a la estructura del Prestige, fatigada por el temporal y por los años. Por la tarde, no se sabe si a petición propia o no, fueron evacuados todos, y Maguras detenido nada más bajar del helicóptero. Fernández de Mesa aseguró que las máquinas se volverían a poner en marcha en cuanto se pudiese, con vibraciones o sin ellas.

"No es lo mismo que el barco se hunda a cinco millas de la costa, donde hay 40 o 50 metros de profundidad, que a 60 millas, donde hay cuatro mil y pico metros", espeta contundente el delegado del Gobierno, siempre que se le pregunta si no hubiese sido mejor traer al petrolero al abrigo de una ría, una opción que sostienen veladamente marinos expertos. No es sólo una cuestión estética; a bajas temperaturas, el fuel se solidifica y se precipita al fonso, lo que teóricamente lo hace menos dañino.

"Los armadores o la Smit Tak quieren salvar una carga que vale 60 millones o un rescate que vale 30, y nosotros tenemos en mente los intereses públicos", añade.

"Si llegamos a traer el barco, hubiera sido el Apocalipsis", declaró ayer el consejero de Pesca, Enrique López Veiga, mientras visitaba la costa afectada. Los armadores y Smit Tak se preguntan qué puerto va a querer acoger al barco. "Eso no es cuestión nuestra", asegura De Mesa.

Una funcionaria de la Xunta de Galicia recoge un ave marina en la playa de Razo (Carballo).
Una funcionaria de la Xunta de Galicia recoge un ave marina en la playa de Razo (Carballo).LALO R. VILLAR

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