Banca alemana, llueve sobre mojado
Recientemente se suceden los comentarios acerca de la existencia de severos problemas financieros en grandes bancos alemanes. La posibilidad de analizar en tiempo real si un banco comienza a tener dificultades es limitada. Por una parte, los estados contables siempre reflejan el pasado. Por otra, el creciente volumen de riesgos fuera del balance de las entidades genera incertidumbres a la hora de valorar su solidez patrimonial.
Sin embargo, el sistema bancario alemán adolece de un buen número de debilidades crónicas que lo hacen vulnerable. La primera es que, a pesar de la reducción del número de entidades (-16% desde 1999), presenta una elevada fragmentación que dificulta el aprovechamiento de economías de escala. A finales de 2001 existían en Alemania 2.517 instituciones de crédito, de las que "sólo" 303 eran bancos comerciales, que ostentaban una cuota del 24% sobre el total de activos del sistema.
En segundo lugar, la capacidad para generar beneficios de los bancos alemanes ha sido muy limitada. Entre 1999 y 2001, el margen de intermediación, es decir, la diferencia que estas instituciones han obtenido entre los ingresos y los pagos de naturaleza estrictamente bancaria, ha representado el 0,99% de sus activos, frente a casi el 2% de la banca española. En 2001 y en lo que llevamos de año, dos factores adicionales están impactando negativamente sobre el sector. Primero, la desfavorable evolución de las bolsas, que ya en 2001 llevó a una caída en las comisiones del 7% frente a crecimientos cercanos al 30% en los dos años previos y supuso también un descenso en los resultados de operaciones financieras. Segundo, la mala coyuntura económica, que obligó a aumentar las provisiones por insolvencias un 66% el 2001.
En tercer lugar, las rigideces por el lado de los costes son otro factor estructural que explica su delicada situación. A diferencia de las políticas de contención de costes acometidas en otros países, la poco exitosa apuesta de la gran banca alemana por el negocio de la banca de inversión ha supuesto un lastre para su ratio de eficiencia, que empeoró en 2000 y 2001. En este último año, de cada 100 euros de ingresos típicos obtenidos, 80 fueron a cubrir gastos.
Como resultado de todo ello, sus beneficios han descendido en promedio el 6% en los últimos tres años. Su rentabilidad sobre el capital pasó del 6,3% de 2000 al 5,0% en 2001, lo que compara desfavorablemente con el 12% de la banca española. En definitiva, estas debilidades estructurales han llevado a que la holgura de esos bancos para afrontar una coyuntura macroeconómica y financiera adversa y prolongada sea limitada. No sorprende que la actual situación esté suponiendo un enorme reto para algunas entidades.
Carmen Hernansanz es economista-jefe de Banca, Sistema Financiero y Nueva Economía del Servicio de Estudios de BBVA.
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