11, 11, 11
Es 11 de septiembre un conjunto de miniaturas cinematográficas muy vivaces, dispares y, si se les mira de cerca, a veces opuestas en estilo de imagen y en estrategia narrativa. Son 11 capturas de 11 minutos cada una de 11 ecos del estruendo del 11 de septiembre neoyorquino en 11 rincones del mundo. Está hecho por cineastas con muy diferentes visiones del mundo. Son la iraní Samira Majmalbaf, el inglés Ken Loach, el francés Claude Lelouch, el bosnio Danis Tanovic, el estadounidense Sean Penn, el japonés Shohei Imamura, el israelí Amos Gitaï, el egipcio Yusef Chahine, el africano de Burkina Faso Idrissa Quedraogo, la hindú Mira Mair y el mexicano Alejandro Rodríguez Iñárritu. Todas las singulares y emocionantes miniaturas cuentan lo mismo y ninguna guarda semejanza con otra. Son poderosas llamadas a la verdad y la claridad, al conocimiento y a la emoción, pero ninguna suena como otra. Hay una apasionante nitidez en las definiciones de cada pieza de este engarce de cine puro hecho a bote pronto.
11 DE SEPTIEMBRE
Directores: Samira Majmalbaf, Sean Penn, Ken Loach, Claude Lelouch, Danis Tanovic, Shohei Imamura, Amos Gitaï, Yusef Chahine, Idrissa Quedraogo, Mira Nair, Alejandro R. Iñárritu. Género: drama. Francia, 2002. Duración: 130 minutos.
Al persistente e incluso creciente brote de conformismo cavernario, tan criminal como el suceso desencadenante, originado por el crimen del 11 de septiembre, esta hermosa película opone respuestas de cine libre, una vivísima sucesión de secuencias líricas, dramáticas, experimentales y documentales, que hurgan en las raíces de la memoria y abren al conocimiento esquinas ignoradas del crimen y de la respuesta criminal al crimen, segregando un flujo de serenidad y de apaciguamiento. Ante un filme hecho sin apenas elaboración -con el empuje desnudo de una idea-, la más aguda y certera suele ser la primera visión, porque en ella emergen de pronto las cuestiones medulares y las zonas cordiales conjugadas en la pantalla. Este cronista anotó a pie de pantalla el tacto sobre sus ojos de estas 11 ideas hechas imagénes y ahora, mirando hacia atrás, le es posible ver que en todas hay verdad, pero que en algunas esta verdad alcanza calidades de prodigio.
Es un prodigio el conmovedor viaje de la joven iraní Samira Majmalbaf a un campo de refugiados afganos de su país, donde nos colamos en el debate de una maestra con unos niños sobre el derrumbe, en un lejano lugar que desconocen, de unos edificios cuya altura no logran imaginar; y lo es el austero mazazo de verdad que Ken Loach arranca de la pantalla cuando convoca en ella a un hombre chileno -el mismo que interpretó su Ladybird, ladybird- que enuncia con precisión irrefutable evidencias de que otro 11 de septiembre, el de 1973, se derrumbaron sobre su pueblo, empujadas desde centros del poder de Estados Unidos, unas torres invisibles que aplastaron a decenas de miles de personas; y la portentosa toma secuencial hecha por Amos Gitaï de un atentado en las calles de Tel Aviv, cuya forma de conjugar espacio y tiempo debiera estudiarse en todas las escuelas de cine del mundo; y el genial -de esos que se quedan pegados a la retina para siempre- encuentro de dos eminentes actores estadounidenses, Ernest Borgnine y Sean Penn, uno delante y otro detrás de la cámara, que a los pies del derrumbe de su Nueva York sacan un chorro de luz de la impenetrable oscuridad.
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