El sitio de Calais
Los inmigrantes refugiados en una iglesia desafían la orden de desalojo
Un abigarrado conjunto de policías, mediadores en causas humanitarias, periodistas y turistas permanecieron ayer a la espera de que las autoridades francesas cumplieran su amenaza de sacar por la fuerza a los 90 kurdo-iraquíes y afganos que ocupan desde el sábado la Iglesia de los Pescadores, frente al faro de Calais. Para mayor surrealismo, no menos de cincuenta inmigrantes, llegados después de que la policía acordonara el edificio, aguardaban el curso de los acontecimientos sin miedo a una detención, bajo la mirada protectora de las unidades móviles de televisión y radio.
La facilidad con que hasta ahora se obtenía el derecho a quedarse en el Reino Unido -mediante la presentación de una simple demanda de asilo- es el activo con que los traficantes de personas han encaminado hasta Calais a 60.000 inmigrantes en tres años. Pero el paso del Canal de la Mancha se ha acabado para ellos, según los Gobiernos de Londres y París. De momento, Francia ha cerrado la admisión en el centro de la Cruz Roja de Sangatte, a seis kilómetros de Calais, donde grupos de refugiados continuaban circulando ayer, en medio de las dotaciones de cuatro furgonetas policiales apostadas en la carretera.
Pagan por su viaje de 6.000 a 10.000 dólares y necesitan trabajar como sea para devolver el dinero
Los encerrados en la iglesia forman parte de los primeros rechazados en el centro de la Cruz Roja. Las autoridades se ofrecen a tratarles bien, pero no se fían. Karwan, un joven kurdo, asegura que Francia no da asilo porque 'hay personas que aguardan desde hace cinco años y no les han contestado a su demanda'. No se cree que Gran Bretaña haya endurecido la ley de asilo, porque ellos han oído de amigos o familiares que lo desmienten. Otros cuentan que pagan por sus viajes 6.000, 8.000 o 10.000 dólares, y necesitan trabajar como sea para devolver el dinero.
El vecindario está muy descontento. José Huleux, presidente de la Comisión de Pescadores de Calais, se indigna al pensar en los 'exvotos que esos (los refugiados) usan para colgar su ropa interior'. Otro pescador, que rehúsa dar su nombre, protesta con aires de choque de religiones: 'Esa gente utiliza nuestra iglesia como ellos no permitirían que se hiciera con una mezquita'. Poco a poco saca lo que lleva dentro: la sensación de que sería mejor tratarles de manera 'contundente', pero culpa al Episcopado.
Precisamente, el cura Jean-Pierre Boutoille asegura que dentro de la iglesia han reinado la calma y el orden: los jergones usados para domir son alineados cuidadosamente cada mañana, los refugiados limpian el lugar y hasta colocan en su sitio los bancos desordenados. La higiene es mala, entre otras razones porque dentro sólo hay un váter medio roto. 'Ahí no hay traficantes', asegura el cura, en contraste con los vecinos de los contornos, que señalan al periodista lo que ellos suponen traficantes: aquel que pasa junto al faro, ése de la camisa blanca... 'Nos están dando una lección de solidaridad y de fraternidad', asegura el cura, pero la población civil dice que no.
Dos de los kurdos salieron voluntariamente ayer por la noche. El cura citado aseguraba que todos los kurdos estaban dispuestos a aceptar las condiciones ofrecidas por las autoridades: ser alojados en otros sitios y la seguridad de que no serán detenidos ni expulsados, y de que tendrán un plazo para presentar sus demandas de asilo. Pero una decena de afganos obstaculizaba a última hora el acuerdo, siempre según el cura.
Jacky Hénin, el alcalde de Calais, avaló la permanencia de los inmigrantes en la iglesia durante la primera noche, para evitar la dispersión por las calles, bajo la lluvia y el frío. Pero ya no puede hacer más. Imposible defender que su ciudad se convierta en una estructura de acogida de inmigrantes en masa. Aunque sea comunista, el alcalde de Calais es de los primeros que reclama el desalojo: sus votos no se deben a los refugiados. Una encuesta de urgencia, conocida sin duda por el ministro del Interior, Nicolas Sarkozy, indicaba anoche que los franceses están divididos al 50% al preguntarles si se debe recurrir a la fuerza para desalojar a los inmigrantes.
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