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Reportaje:

Dudas y certezas de una generación dispersa y sin bar

Diez autores nacidos en torno a 1960 tratan de encontrar sus nexos y diferencias

Centro Cultural del Círculo de Lectores de Madrid, ayer. Diez autores discuten sobre el panorama literario: Francisco Casavella, Carlos Castán, Paula Izquierdo, José Luis de Juan, Antonio Orejudo, José Ovejero, Fernando Royuela, Carlos Ruiz Zafón, Javier Sebastián y Germán Sierra. Casi todos, nacidos en la década de los sesenta; todos, incluidos en la colección De boca en boca, de Círculo, en la que también están Javier Cercas, Belén Gopegui y Miguel Barroso. Moderan el debate, provocadoramente, Ricardo Cayuela y Jordi Doce, directores de la revista Letras Libres. Se titula La libertad en su laberinto. Los autores hablan durante tres horas.

Casi ninguno se conocía de antes, pero encuentran paradojas en común: la diversidad de influencias y escrituras; sus dificultades para vivir de la literatura; la falta de una tradición y un enemigo común; su cosmopolitismo; la conciencia de pertenecer a un engranaje industrial y a un país de pocos lectores, su desprecio por la literatura basura.

¿Pero son generación este grupo de escritores? ¿Cuál? ¿La del boom demográfico? ¿La de la posmodernidad? Sierra cree que no son homogéneos, pero que comparten 'la situación histórica, la tecnología, la realidad ficcionada y global'. Sebastián considera que les unen más cosas extraliterarias (la televisión, el cine...) que literarias, aunque aventura el realismo, la narratividad y el gusto por los diálogos como nexos. Izquierdo cree que hace falta tiempo para juzgar, '50 o 60 años', pero ve una 'mirada escéptica ante una situación que parecía bondadosa y se nos ha caído encima'. Ruiz Zafón ni se lo plantea: 'La industria ha acabado con las generaciones. Se ha perdido la dimensión humana de la literatura. Las generaciones se han perdido para siempre'. Royuela coincide: 'He pertenecido a distintas generaciones, según la editorial o la revista que convocara. Pero hoy sólo conozco a un par. Y si tomamos cervezas, no hablamos de literatura. Es el tiempo que vivimos'. Ovejero duda: 'Pensaba que no somos generación, pero ahora creo que sí. La generación desperdigada, la generación global. Como no hay traumas nacionales, ya no hay literaturas nacionales'. De Juan: 'Somos la generación inexistente'. Orejudo: 'Tan parecidos como diferentes. Y sin enemigo común'. Castán: 'Para hacer generación hay que tener un bar, y nosotros sólo compartimos las huellas sangrantes de nuestro desencanto'. Casavella: 'Tal y como está el mercado, las generaciones duran seis meses'.

Ricardo Cayuela mete el dedo en la herida: ¿Es la literatura un modo de cambiar el mundo o una profesión que se turna en premios y fajas elogiosas? 'Es un vicio', dice Royuela, 'el último bastión de la libertad en un mundo de insatisfacción y carencias. Escribimos sufriendo, en la desesperación'. 'Yo vivo de esto', le contradice Ruiz Zafón. 'Pero la literatura ya no es la voz de las ideas o el análisis, sino un producto de entretenimiento para minorías, un medio de diletancia. La sociedad comercial es así'. Ovejero: 'El reto es enfrentarse al cine y la televisión, salir de las élites y llegar a las masas para tratar de cambiar el mundo'. Orejudo: 'Vivimos en la desorientación general, no hemos inventado siquiera nuestra tradición, no sabemos qué debemos contar'. Ovejero: 'Quizá es que pertenecemos a un género en vías de extinción, como el teatro o la pintura, y debemos adaptarnos o cambiar'. Casavella: 'El mercado da y quita razones. Cercas y Ruiz Zafón no venden por lo guapos que son'.

Y así se fue la mañana. El almuerzo, después, se iba a celebrar en el restaurante La Antigua. ¿Será ése el bar que le faltaba a esta generación?

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