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Reportaje:RICARDO BASTIDA | ARQUITECTURAS

La otra cara del arquitecto

La delegación vizcaína del Colegio Oficial de Arquitectos Vasco-Navarro presentó el pasado miércoles su última monografía dedicada a Ricardo Bastida, uno de los artífices del Bilbao contemporáneo. Escrita por su biznieto José Ramón Forester Bastida, el libro ahonda en las facetas menos conocidas del celebrado por su proyecto de la Alhóndiga bilbaína, pero que también es autor de viviendas y edificios industriales que beben del Movimiento Moderno.

Todo es posible en una trayectoria dilatada como la de este bilbaíno que nace en 1879 y muere en 1953. Fue testigo activo de la intensa primera mitad del siglo XX, siempre desde ese Bilbao natal del que no quiso separarse. Así lo recuerda José Ramón Forester: 'Tuvo una oportunidad de oro, en 1919, con 40 años, cuando gana el concurso para la sede del Banco de Bilbao en Madrid, pero prefirió quedarse en casa'.

Esta vinculación con la capital vizcaína le llevó a implicarse decididamente en la organización de una ciudad que tenía 29.000 habitantes cuando nació y 100.000 a principios de siglo XX. Desde su puesto de arquitecto municipal entre 1907 y 1927, Bastida apuesta por un Bilbao metropolitano, con especial atención por conseguir una vida digna para las miles de personas que llegaban a trabajar en la pujante industria vizcaína.

Esta preocupación aparece en sus escritos, ahora releídos por su biznieto para elaborar la monografía. Así, cuando reconoce que el índice de mortalidad en Bilbao es el mayor de Europa, sólo superado por San Petersburgo. Las reflexiones se acompañan de viajes a Viena, Londres y otras capitales europeas para conocer el nuevo urbanismo; y de resultados en forma de lavaderos públicos (en la Alameda de San Mamés y Castaños, de inspiración modernista) o escuelas, como la de Indautxu o la de la calle Santa María, en el casco viejo.

La relación de este católico convencido con el socialista Indalecio Prieto, agnóstico, muestra una faceta más de su talante liberal, en el sentido clásico de la palabra. La amistad con el dirigente del PSOE se mantuvo hasta el final de su vida, cuando Bastida le visitó en su exilio mexicano, lo que le costó no pocos disgustos al arquitecto.

Ambos compartían ese carácter visionario que preveía una gran capital, desde Galdakao hasta el Abra, para la que eran necesarias infraestructuras como la estación intermodal, que siempre soñó Bastida, o esa Alhóndiga que diseñó en 1905, 'una excepcional realización de arquitectura industrial resuelta en estilo modernista catalán', según la define Gorka Pérez de la Peña, autor del catálgo de obras y proyectos, unos 200 en total.

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Una producción ingente, sobre todo si se tiene en cuenta que Bastida mantenía una intensa vida social compartida con la atención a otros asuntos, como el cine, recuerda su nieta Mª Elisa de Bastida en la introducción biográfica, o sus escritos teóricos. Y en toda su obra hay un interés continuo por las nuevas tendencias. 'Era ecléctico en el buen sentido de la palabra, respetuoso con el cliente, con las necesidades del edificio, al que aplicaba el estilo idóneo', concluye José Ramón Forester.

APUNTE

Ricardo Bastida siguió la Guerra Civil con interés y preocupación. Al fallecimiento de su hijo mayor, arquitecto, hay que sumar la preocupación por el futuro del país. Mantuvo estrechos contactos con el Gobierno vasco, en los momentos en que se mascaba la derrota. Y su amistad con Indalecio Prieto, de la que no renegó nunca, le supuso la apertura de expedientes por las autoridades franquistas.

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