¿Funciona la integración?
Tengo un hijo de cuatro años de edad que se diferencia de los demás niños en que tiene síndrome de Down. Ha estado en una escuela infantil de integración de la Comunidad desde que tenía un añito hasta ahora, que tuvimos que decidir el colegio al que llevarle, ya que el gabinete psicopedagógico nos recomendaba seguir dejándole en integración para ser estimulado y avanzar mediante la imitación de sus compañeros.
Después de muchas dudas conseguimos plaza en un colegio privado situado en Alcorcón. Teníamos muchas ilusiones puestas, ya que era un colegio con mucho nombre y, por cierto, muy caro, pero no nos importaba hacer ningún esfuerzo por nuestro hijo.
En la tercera semana de curso acudí a recoger a mi hijo algo más temprano de lo habitual. Conociendo que era la hora del recreo, me acerqué al centro llena de expectación e ilusión ante la posibilidad de ver a mi hijo jugando en el patio.
No soy capaz de explicarles lo que sentí, al mirar desde el exterior y ver un montón de niños, incluso varios más mayores que él, esperando su turno para golpearle, arrojarle arena en la cara, tirarle de los pelos y cualquier otra vejación que se les antojara. Mi hijo arrinconado llorando y los profesores sentados en un banco charlando de sus cosas alegremente sin enterarse de nada.
Cuando conseguí tranquilizarme, regresé a mi casa haciéndome varias preguntas: ¿cómo funciona la integración en este país? ¿Vale la pena pagar un colegio privado para recibir ese grado de atención? ¿Qué valores estamos inculcando a nuestros hijos para que éstos sean capaces de atacar, masivamente, a un niño indefenso?
Y sobre todo, ¿se pretende que mi hijo se rodee de los que llaman 'normales' para llegar a imitarles? No culpo a los niños, pero me inquieta el tipo de valores que sembramos en ellos, y me inquieta el grado de seguridad que los más indefensos tienen, aun en centros privados como éste.
Mi hijo no regresó a ese colegio ante la actitud demostrada por ese plantel de profesores. Iván no tiene muchos valores que aprender de aquellos compañeros.
Si algo caracteriza a mi hijo es que desborda cariño y ternura, prefiero que no imite a los demás no vaya a ser que pierda la capacidad de expresar ese amor.
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