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Reportaje:

Rasgos de la Turquía moderna

Islamistas y laicos se disputan hoy el poder en medio de la creciente fractura de la sociedad

Juan Carlos Sanz

Parece un campus europeo. Con 20 años y una minúscula estrella de plata incrustada en la nariz, Pinar se siente cómoda entre dos compañeros de Arte Dramático en la Universidad Central de Ankara. Mientras charla al mediodía en el patio de Letras, simboliza también la imagen occidental de la Turquía moderna. 'Me caen bien los socialdemócratas. Pero no voy a votar, no creo que sirva para cambiar nada', explica con desenvoltura. '¿Entrar en la Unión Europea? Sí. Pero ahora soy muy pesimista'.

Asye tiene 19 años. También estudia Letras en Ankara: Filología Inglesa en la Universidad de Gazi. 'Estoy deseando acabar la carrera para marcharme a Australia, en este país no me siento libre'. Junto a otras avergonzadas compañeras de estudios acaba de cubrirse la cabeza con el pañuelo islámico, con el que tienen prohibido entrar a clase. Dice que tampoco va a votar en las elecciones de hoy. 'Si gana Tayyip Erdogan , quizá ponga fin a esta opresión', dice con desparpajo.

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En las universidades turcas estudian cerca de medio millón de mujeres, que representan un 40% del alumnado. Las reformas impuestas por el Estado laico fundado en 1923 por Mustafá Kemal, Atatürk, han favorecido gigantescos avances sociales, pero no han impedido el florecimiento del integrismo político en un país en el que el 99% de los ciudadanos se declara musulmán. Turquía es sin duda el modelo de progreso y civilidad que Occidente desearía para todo el islam. Pero sigue estando lejos social y económicamente de Europa. El mayor riesgo que corre la nación que sirve de puente entre Europa y Asia es el de sufrir una fractura social. Estudiantes como Pinar y Asye no parecen vivir en la misma ciudad, ni en el mismo país. Encarnan los dos mundos que hoy se enfrentan en unas de las elecciones más polarizadas de la reciente historia turca.

Miembro de la OTAN, aliado estratégico de EE UU, socio comercial y eterno aspirante a ingresar en la UE, los ojos de Europa y EE UU están vueltos ahora hacia unos comicios donde los sondeos prevén una amplia ventaja del Partido de la Justicia y el Desarrollo de Erdogan, el favorito de los sectores islamistas y tradicionales, seguido por el Partido Republicano del Pueblo (CHP, centro-izquierda), liderado por Deniz Bay-kal, que aglutina el voto laico y prooccidental.

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Pese a ser heredera del antiguo Imperio otomano, Turquía es un país muy joven, con unos 67 millones de habitantes, de los que 41 millones están convocados hoy a las urnas. La grave crisis económica desatada desde hace dos años ha abierto además un abismo entre ricos y pobres que, a grandes líneas, viene a coincidir con la falla que divide a la sociedad en laicos y religiosos. Como en otros países mediterráneos, los fuertes lazos de solidaridad familiar han frenado un estallido social y mitigado los efectos de la bancarrota nacional. La Turquía moderna reconoció el divorcio desde su fundación, pero el porcentaje de separaciones se mantiene desde hace una década en torno al 5% de los 450.000 matrimonios anuales. Una reciente reforma de la legislación civil ha acabado con los privilegios de los hombres, con la abolición de la fórmula inspirada en el repudio de la ley islámica.

Como afirma el músico y escritor turco Zulfu Livaneli, que participa en las elecciones en las filas del partido socialdemócrata CHP, 'es necesario frenar a los islamistas para evitar que nuestro país se aleje de Europa, para que no vaya hacia la catástrofe'. Livaneli teme que un nuevo enfrentamiento político entre el Estado y los islamistas desemboque en una intervención militar con graves recortes de los derechos humanos.

En Turquía, donde el crecimiento demográfico sobrevuela muchos conflictos sociales, está permitido el aborto. Pero llevar el pañuelo en clase sigue prohibido. Algunas alumnas se cubren con una peluca para superar los controles de acceso. Otras se sueltan el pelo, como ocurría el pasado viernes en la Universidad de Gazi de Ankara.

Pero tampoco parece estar bien visto lucir prendas inspiradas en la bandera nacional. La fiscalía de la ciudad de Bolu, en el norte, amenaza con encarcelar seis meses a una modelo que desfiló en un acto de homenaje a Atatürk con un ceñido vestido rojo adornado con una media luna y una estrella plateadas. A pesar de todas las reformas legales aprobadas el pasado verano para acercar a Turquía a la UE, los fieles guardianes del kemalismo prosiguen su caza de brujas.

Para Kemal Pekoz, cabeza de lista del partido prokurdo Dehap en la provincia de Mus (sureste), las cosas no han cambiado mucho: 'Antes nos pegaban a los candidatos; ahora acosan a los electores'. En los anteriores comicios fue el más votado en su circunscripción, con el 33,7% , pero no logró el acta de diputado al no superar el 10% de los votos nacionales exigido para acceder al Parlamento. Si se cumplen las encuestas, esta barrera expulsará también hoy de la Cámara a los partidos que se han repartido el Gobierno en Ankara durante los últimos 20 años.

'Civilización en peligro'

Surgido de las cenizas de la oposición extraparlamentaria, el socialdemócrata Deniz Baykal puede convertirse hoy en primer ministro turco si logra superar en las urnas a los islamistas del ex alcalde de Estambul Recep Tayyip Erdogan. Como líder del Partido Republicano del Pueblo (CHP), convocó ayer en Ankara a la prensa para lanzar una clara advertencia: 'Si gana Erdogan se agravarán los problemas de Turquía y la civilización moderna estará amenazada'. En tono menos apocalíptico, Baykal recordó que su país tiene 'demasiados problemas' -como el del conflicto con Irak, la división de Chipre, los enfrentamientos con Grecia o Siria-, mientras aún debe hacer los deberes para pasar en diciembre el examen de Copenhague ante la UE, en el que puede fijarse una fecha para la negociación de la adhesión de Turquía. A sus 64 años, es uno de los pocos líderes tradicionales turcos que se ha salvado de las acusaciones de corrupción que han desgastado a su principal rival en la izquierda, el primer ministro saliente Bulent Ecevit. Apreciado por su buen talante personal, Baykal hizo ayer honor a su fama y no vaciló en defender en público el derecho del islamista Erdogan a ser primer ministro si su partido triunfa hoy en los comicios, a pesar de la prohibición impuesta por los jueces.

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Sobre la firma

Juan Carlos Sanz
Es el corresponsal para el Magreb. Antes lo fue en Jerusalén durante siete años y, previamente, ejerció como jefe de Internacional. En 20 años como enviado de EL PAÍS ha cubierto conflictos en los Balcanes, Irak y Turquía, entre otros destinos. Es licenciado en Derecho por la Universidad de Zaragoza y máster en Periodismo por la Autónoma de Madrid.

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