Manifiesto por otra política económica
EN TIEMPOS DE MUDANZA, PERMANECER. Sin embargo, en política económica ocurre lo contrario: cuando los ciclos varían de tendencia, los paradigmas hasta ese momento dominantes devienen obsoletos y se buscan otros alternativos, si no se quiere ser dogmático y perseverar en el error. Antes del 11 de septiembre de 2001, el mundo ya estaba en una especie de enfriamiento global, aunque todavía no era visible para el conjunto de los ciudadanos. Los efectos psicológicos y prácticos de los atentados terroristas hicieron emerger la crisis económica en toda su intensidad.
El presidente Bush, que hacía poco tiempo que ocupaba la Casa Blanca y que había llegado a ella -con incidentes- con una especie de evocación tardía de la revolución reaganiana basada en los principios de todo el papel para el mercado y el Estado es el problema, no la solución, da un giro a su política económica hacia el keynesianismo de derechas. Inyecta dinero público en el sistema, en gastos de seguridad y defensa; baja los impuestos, sobre todo a los sectores más poderosos; concede ayudas directas a las empresas aéreas y a los agricultores, e implanta el proteccionismo como norma en diversos sectores de la vieja economía (siderurgia, madera, etcétera). El resultado es que, en un ejercicio, Estados Unidos pasa de un superávit público de 127.000 millones de dólares a un espectacular déficit de 165.000 millones.
El manifiesto de dos centenares de economistas, titulado 'Otra política económica', reabre el debate sobre el papel de la política presupuestaria y de la composición del gasto público como elementos para salir de la crisis
La moda se traslada a Europa con más dificultades, pues los países de la Unión Europea que operan en la zona euro tienen una limitación estructural para utilizar las finanzas presupuestarias: el Pacto de Estabilidad y Crecimiento, que hace tender las cuentas públicas hacia el equilibrio presupuestario. Ante las dificultades (escaso crecimiento, aumento del desempleo, fenómenos naturales como las riadas, etcétera), el déficit cero queda convertido pronto en una antigualla, y países como Alemania, Francia, Italia o Portugal piden una interpretación flexible del mismo y retrasan el momento de su implantación.
Hasta ahora, el debate sobre el déficit cero había quedado reducido en España a una guerra de posiciones entre el Gobierno (que se ha quedado colgado de la brocha, al aparecer como más papista que el Papa) y la oposición, que exigía mayor flexibilidad en la interpretación de las cuentas públicas. La semana pasada ha aparecido un tercer protagonista en la polémica: un grupo de 180 economistas han hecho público un manifiesto titulado Otra política económica, en el que exigen un cambio en la composición del gasto público en aras de la eficiencia y de la equidad. El manifiesto es demoledor en la descripción del problema: 'En los dos últimos años, España ha recortado su ritmo de crecimiento en casi un 50%, la tasa de crecimiento del consumo privado ha disminuido en más de dos puntos, la inversión en bienes de equipo y las exportaciones se sitúan en tasas negativas, el paro se ha incrementado y la inflación crece ya al doble que el PIB. Las bases de nuestro crecimiento, fundamentado en la construcción, son, pues, muy endebles'.
La principal característica del documento es la apelación a un nuevo protagonismo del sector público que desarrolle políticas eficaces, ya que 'la política económica de los últimos seis años no ha aprovechado la etapa de crecimiento para reducir las distancias que nos separan de Europa'. Por supuesto, todo ello sin renunciar a la consolidación fiscal dentro de los límites fijados por el Pacto de Estabilidad y Crecimiento, esto es, sin la vuelta a etapas de un aumento desaforado del déficit fiscal.
El principal valor del manifiesto es contribuir a un debate sobre la política económica, encerrado hasta ahora en los límites del pensamiento único que, cada vez más, se expande a casi todos los ámbitos de la vida pública española.
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