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Carteristas, entre Londres y Madrid

Como trabajador de Metro de Madrid he comprobado que desde hace más de cinco años se vienen produciendo cambios en las actuaciones de los carteristas: forma de actuar, contundencia y violencia, género, nacionalidad, etcétera. Una evolución propia de nuestra sociedad y de la manera de afrontar política, social y policialmente este tipo de problemas. Por tanto, parece que la empresa Metro tuviera poco que hacer. Sin embargo, es todo lo contrario, y una prueba de ello es que las "medidas" que aplica no sólo fracasan, sino que contradicen el propio sentido común.

Así, el incremento de la contratación de vigilantes de seguridad privada no ha supuesto una mejora directamente proporcional. Las situaciones más graves (en trenes de Pacífico y Méndez Álvaro) se repiten desde hace meses y años, aunque son conocidas por la empresa y la singular gerencia de seguridad.

Los trabajadores de estaciones y trenes, que son los que atendemos directa y personalmente a los viajeros, "no pasamos" del problema. Por ello, algunos recurren a la megafonía (de los trenes y las estaciones) para "advertir" a los viajeros de los riesgos. Entonces, la empresa prohíbe este uso de la megafonía y advierte a los trabajadores de que podrían ser sancionados si la utilizan para ayudar a los viajeros.

La empresa, más preocupada por la imagen que por la seguridad de los viajeros y los trabajadores, sigue sin intervenir y, por tanto, contribuye a su crecimiento y a que sean más graves los sucesos. La empresa no quiere ver tampoco lo que sucede en otros lugares públicos similares y que está produciendo resultados positivos para los viajeros y los trabajadores. Por ejemplo, los carteles y los mensajes por megafonía en el aeropuerto de Barajas. Y en otros metros europeos.

En el metro de Londres se colocan carteles y avisos en las estaciones (vestíbulos, pasillos, trenes), y en el reverso del plano hay un texto (en seis idiomas, entre ellos el español) con un mensaje que contiene consejos sencillos y prácticos ilustrados con cinco fotografías. Algo tan sencillo debería hacerse aquí, pues no es alarmismo, ni mala imagen, sino tratar de abordar el problema sin recurrir a tanta policía y vigilantes de seguridad, cuya intervención es, lógicamente, poco eficaz y muy costosa.

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