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ELECCIONES EN BRASIL

Serra, la misión imposible del continuismo

Juan Arias

José Serra, 60 años, candidato de la continuidad de la llamada 'era Cardoso', perdió ayer las elecciones, pero salió victorioso políticamente, pues, como ha comentado el presidente saliente, 'fue un valiente'. Su misión era, en efecto, desesperada desde el principio. El 80% de los brasileños, según los sondeos, desde el inicio de la campaña electoral apostaban por un cambio. Serra era la expresión de la continuidad.

Su papel era prácticamente imposible. Cada vez que proponía ideas nuevas, programas de cambio, le refregaban en la cara que por qué su Gobierno no las había realizado antes. Llegó a hacer equilibrios increíbles diciendo que era candidato no del Gobierno Cardoso, sino del 'Gobierno Serra', que no existía y que él representaba la 'continuidad del cambio'.

Sin duda, Serra era el más preparado intelectual y políticamente de los cuatro candidatos que se presentaron a la elección. Doctor en Economía, había sido diputado y senador y dos veces ministro: primero, de Presupuestos, y después, de Sanidad. En este último fue considerado el mejor del mundo por la lucha que entabló con las multinacionales farmacéuticas y por haber quebrado varias patentes para ayudar a los enfermos de sida con medicinas gratuitas.

Su pasado democrático es indiscutible, como el del candidato del Partido de los Trabajadores (PT), Luiz Inácio Lula da Silva. De joven había luchado en los movimientos juveniles católicos que se oponían a la dictadura. Sufrió 13 años de exilio en Chile y Estados Unidos. En Chile se casó con Mónica Allende, que era la primera bailarina del ballet del país. De su brazo hizo la campaña electoral.

Serra tiene fama de duro, de antipático, pero también de tenaz. Lo ha demostrado en estas elecciones, en las que, con tal de ganarle la carrera a Lula, hizo mil veces de tripas corazón, soportando besos de sus hinchas en las calles, visitas a granjas para acariciar vacas y arrancar nabos del campo, ir a rezar con los evangélicos y comulgar de manos de los curas más tradicionalistas.

Su programa social y económico no era muy diferente del de Lula. Era diferente su talante y la clase social que lo apoyaba. Sin duda, la clase más privilegiada, los banqueros, el mundo financiero y cuantos temían que pudiese llegar al poder la izquierda del Partido de los Trabajadores. Perdió con dignidad. Siempre fue duro con Lula en las cuestiones políticas, sin rebajarse a las críticas de carácter personal excepto cuando intentó desprestigiarle por no tener título universitario. Curiosamente, antes, Lula y Serra habían sido amigos. Les unía el haber luchado ambos contra la dictadura militar y a favor de la democracia.

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