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Reportaje:

Hipotecas sin tantos papeles

Un programa de la Confederación de Asociaciones de Vecinos anima a los inmigrantes a comprar su vivienda

Tereixa Constenla

En enero, el día de Reyes, hará dos años de la venida de Rosa Venegas Mera a España. Llegó sola. Dejó a sus tres hijas en Guayaquil, en Ecuador, con la losa de un préstamo usurero para pagar sus dos viajes a España. El que tenía que haber hecho en diciembre y le impidieron en París (Francia), desde donde la enviaron de nuevo a su país, y el que hizo de verdad el día de Reyes.

En su tierra también dejó seis hectáreas de tierra -'mi finquita'- donde sembraba maíz, arroz y algodón. Tenía empleados y los domingos abría un salón para tratar de arañar una pizca más de dinero: 'La agricultura allá está muy mal, el banco te apoya, pero si viene el Niño (fenómeno meteorológico caracterizado por fuertes temporales) se pierde todo y tienes que seguir pagando intereses'. 'Estaba mal, mal, ya no podía mantenerme ni estudiar mi niña', agrega.

La historia de Rosa es similar a la de miles de inmigrantes que tratan de progresar lejos de su tierra por la sencilla razón de que no pueden hacerlo en ella. Sin embargo, esta mujer ecuatoriana es de las pocas que puede vanagloriarse de estar consiguiéndolo a un ritmo imparable. En menos de dos años, ha ahorrado lo suficiente para zanjar sus deudas de origen y traer a la mayoría de su familia. Un yerno, una hija, otro yerno, la hija pequeña.

Lo ha logrado gracias a una laboriosidad ilimitada y casi titánica, empalmando unas jornadas con otras sin descansar, trajinando infatigable en casas ajenas donde limpia suciedades de día y cuida de mayores inmovilizados cada noche. Pero está feliz. Dice que nada de lo que hace un día tras otro la cansa: 'Eso no es trabajo, el campo es trabajo'. También percibe que con sus ganancias puede mejorar su vida y la de los suyos. Con ellas ha logrado una hipoteca para comprar un piso en Sevilla, que ni en sueños aventuraba cuando salió de Ecuador.

Rosa Venegas ha sido una de las primeras en beneficiarse de la puesta en marcha de un programa para impulsar el acceso de los inmigrantes a una vivienda en régimen de compra. Esta iniciativa de la Confederación de Asociaciones de Vecinos de Andalucía (CAVA) nació hace menos de un año como una prolongación natural de la idea primitiva del plan, que sólo incluía el alquiler de casas. En sus experiencias, María del Carmen Céspedes, responsable del programa en Sevilla, comprobó una y otra vez que los requisitos que exigen los arrendadores superan casi 'los que pide un banco para dar un crédito hipotecario'. Rentas altas, avales, nóminas, fianzas.. las condiciones son leoninas 'en general', pero con los inmigrantes resultan aún 'más exageradas', plantea. La razón estriba en la desconfianza y el temor: 'Tienen miedo de que las viviendas se masifiquen, que se produzcan destrozos en el piso o problemas con sus vecinos'.

Para ayudar a los inmigrantes a vencer estas trabas, la CAVA gestiona desde 1993 un programa para facilitar su acceso a viviendas de alquiler en Málaga, Granada, Almería y Sevilla, que incluye en caso necesario la suscripción de un seguro que cubre todos los desperfectos. La financiación de esta medida corre a cargo de la Consejería de Asuntos Sociales, que ha destinado al programa 36.000 euros este año. Una cantidad que la CAVA considera insuficiente 'teniendo en cuenta que la demanda crece desmesuradamente y los servicios que se solicitan son más completos'.

Desde que nació, el programa ha ayudado a 1.110 personas que han obtenido su casa, alquilada o comprada, a través de esta mediación. La CAVA destaca que en la mayoría de las viviendas no ha sido necesario el seguro. Ser inmigrante en ocasiones genera rechazo, pero a veces 'todo lo contrario', precisa Céspedes. Curiosamente, donde apenas encuentra reticencias es en el mundo financiero: 'Los bancos no tienen prejuicios porque saben que es gente que ha trabajado mucho para llegar aquí'.

Es el caso de Rosa que no encontró reparos para firmar una hipoteca a 15 años por la que paga 192 euros al mes. En julio estrenó su casa soltando lágrimas de emoción por los rincones. 'Anduve tantos meses buscando y nadie me daba un piso de alquiler porque no tenía nómina que adónde iba me ponía a llorar', recuerda. Y los que le ofertaban invitaban a más lagrimones: 'Me daban uno por 300 euros sin ducha y aún me pedían una garantía española'.

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Sobre la firma

Tereixa Constenla
Corresponsal de EL PAÍS en Portugal desde julio de 2021. En los últimos años ha sido jefa de sección en Cultura, redactora en Babelia y reportera de temas sociales en Andalucía en EL PAÍS y en el diario IDEAL. Es autora de 'Cuaderno de urgencias', un libro de amor y duelo, y 'Abril es un país', sobre la Revolución de los Claveles.

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