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AGENDA GLOBAL | ECONOMÍA
Columna
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Dos aniversarios, una política de continuidad

Joaquín Estefanía

ESTOS DÍAS SE CELEBRAN los aniversarios de dos acontecimientos centrales de la transición en España: los 25 años de la firma de los Pactos de la Moncloa y los 20 de la llegada de los socialistas al poder. Ambos guardan una línea de continuidad muy evidente. En el caso de los Pactos de la Moncloa se trataba de garantizar la paz social y dar tiempo a que se firmase la Constitución; en el de la presencia del PSOE en La Moncloa, la atribución de una prioridad política a la solución de los problemas económicos, sobrecogido el país todavía por los efectos del golpe de Estado del 23 de febrero.

Enrique Fuentes Quintana, uno de los padres del Programa de saneamiento y reforma económica de 1977, denominación técnica de los Pactos de la Moncloa, ha reflexionado sobre la maldición histórica que ha padecido nuestro país al coincidir las crisis económicas y las políticas en épocas de grandes cambios. Ocurrió en la llegada de la II República en 1931 (el mundo sufría el contagio de la Gran Depresión norteamericana) y en el inicio de la transición (primera crisis del petróleo). 'La experiencia de 1931-1936', escribe Fuentes, 'demuestra cómo una crisis económica grave y no resuelta es un pasivo que complica, hasta hacerla imposible, la construcción de la democracia. Un político español dijo en 1932: 'O los demócratas acaban con la crisis económica o la crisis acaba con la democracia'. Hay que asumir esta pasada historia para no estar condenados a repetirla'. El socialista Indalecio Prieto escribe en sus Convulsiones en España: 'No entender políticamente el mundo de la crisis económica y no presentar ante él una política coherente constituyó una de las causas del fracaso de la II República'.

Hay una línea reformista que recorre desde los Pactos de la Moncloa hasta la política económica del PSOE en 1982. No es una línea recta; en medio hay un tiempo de disenso en el que se perdió el impulso del cambio

Los Pactos de la Moncloa fueron un éxito en su política de ajuste y de rentas -la inflación cayó en un año del 26,4% al 16,5%- y marcaron la línea reformista que en política económica se habría de seguir: reforma fiscal, de la Seguridad Social, sistema financiero, empresas públicas, un plan energético, educación, promoción de viviendas sociales, etcétera. Algunas de ellas siguen vigentes hoy.

El empuje de los acuerdos duró apenas dos años. Los partidos firmantes, una vez lograda la Constitución, dieron la prioridad a la competencia electoral y se entró en un periodo de disenso económico, que dura hasta la victoria de los socialistas por mayoría absoluta. En 1983, Miguel Boyer, ministro de Economía y Hacienda del PSOE, presenta el Programa económico a medio plazo 1983-1986, cuya principal característica es que hace un puente en el tiempo y enlaza con las preocupaciones de los Pactos de la Moncloa. Mucho tiempo después, habiendo abandonado Boyer la política activa, declararía: 'Mi política económica fue una continuidad de la aplicada por Calvo Sotelo'. No exactamente, pero sí la hubo con la aplicada por Fuentes, Abril Martorell, José Luis Leal o Ángel Rojo en 1977 y 1978.

La diferencia sustancial con los Pactos de la Moncloa fue el método: a principios de los años ochenta los socialistas tenían tanto poder y legitimidad (amplísima mayoría absoluta) que no necesitaron del instrumento del acuerdo o del pacto. Simplemente pusieron en marcha un programa que no se parecía mucho a aquel con el que habían ganado las elecciones generales, que pronto fue olvidado. También Boyer dividió su programa entre las políticas de saneamiento y las de las reformas estructurales que necesitaba la economía española para homologarse con las de nuestro entorno. Tres años después, España ingresaría en la Comunidad Económica Europea (CEE),

El pasivo más importante de la política económica socialista fue el aumento del paro. Desde un 16,4% en 1982 pasó a un 22,9% en 1995, cuando el PSOE dejó el Gobierno. Los activos fueron la universalización de las pensiones, la sanidad y la educación. Las bases de ello estaban en los Pactos de la Moncloa.

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