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Reportaje:

Las reinas de la zanja

Treinta mujeres aprenden a manejar excavadoras y piden 'una oportunidad' a los empresarios

Una florista, varias camareras, una ingeniera técnica en Obras Públicas, una licenciada en Biología, amas de casa, una fontanera, paradas, una enfermera, otra farmacéutica, una profesora de equitación... De todo. Así hasta 30, han sido las afortunadas que han participado en el primer curso sólo para mujeres organizado por la sociedad pública Arabako Lanak, dependiente de la Diputación de Álava, para aprender a manejar maquinaria pesada. Cuando surgió la idea se esperaban unas 15 solicitudes. Se equivocaron. Se presentaron 97, así que hubo que duplicar las plazas y sortearlas.

Rosa, una camarera de 21 años, entró en el grupo y no se arrepiente. 'No estamos aquí para pasar el rato', aclara. 'Buscamos una oportunidad, y hay que pedir a los empresarios que se animen, que no sean tan machistas'. El sector de la construcción necesita maquinistas y las participantes en el curso estarán en enero en disposición de atender la demanda. Durante tres meses, desde el 7 de octubre a finales de diciembre, aprenden teoría, mecánica y práctica, y terminarán con un cierto dominio de dos tipos de máquinas pesadas, las más comunes: la retroexcavadora (gira 360 grados y tiene un gran cazo) y la mixta (con pala en la parte delantera y cazo en la trasera).

Jon, de 24 años y con siete de experiencia en el sector, uno de los palistas que instruye a las mujeres en el curso, asegura que no hay diferencias con los hombres, que tienen la misma capacidad para aprender y que, después de las primeras horas de práctica, manejan los mandos con igual habilidad. Y ellas lo corroboran: 'No hay que hacer fuerza, es como usar un joystick. Además, nosotras somos más prudentes y detallistas'. Es una virtud en un sector plagado de accidentes laborales. Y tampoco extraña demasiado; los seguros de automóviles ya priman a las conductoras. Últimamente han aflorado las mujeres al volante de taxis, autobuses o camiones. Tal vez ahora esté a punto de caer uno de los postreros reductos masculinos de la vida laboral.

La mayoría de las alumnas no había tocado una máquina pesada en su vida. A lo sumo, alguna ha conducido carretillas o, como Leire, una fontanera de 28 años, tiene el carné de gruera. En unas pocas horas, sin embargo, se han convertido en las reinas de la zanja. Con sus monos azules, un poco grandes para su talla, el chaleco verde reflectante y el casco de obra han aprendido pronto el oficio. Ya sólo necesitan más horas de práctica. 'Enviaremos a las empresas del sector en Vitoria, unas 30, información sobre este curso y ellas verán si las contratan en prácticas o no. Trabajo sobra', asegura Guadalupe Martín, directora-gerente de Arabako Lanak. 'Nosotras no queremos el sueldo de alguien que lleva cinco años trabajando, pero sí una oportunidad', insisten las alumnas.

El éxito ha obligado a la Diputación a programar nuevos cursos femeninos para maquinistas, y también otros de fontanería, pintura y electricidad, enfocados al sector de la construcción. Hasta que un día estas convocatorias dejen de ser noticiosas.

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