_
_
_
_
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Desaparecidos

José Luis Ferris

El interés que estos días está despertando en la opinión pública la exhumación e identificación de cientos de cadáveres de republicanos asesinados durante la Guerra Civil es la prueba de que algo en nosotros ha sufrido una sana transformación, de que nuestra memoria va encontrando su madurez y su acomodo y de que, además, el estupor que aquellas matanzas provocaron hace más de sesenta años puede ser, por fin, restituido con la dignidad debida, con ese gesto solidario de reconciliación.

Despertar de esa ceguera es muy recomendable, sobre todo cuando en los últimos veinte años hemos derrochado sensibilidad ante espectáculos tan propagados como los desaparecidos de Argentina o de Chile, ignorando a nuestras anchas que en las tierras de este país, bajo el polvo de sus cunetas, sus barrancos o en el olvido de sus fosas comunes, más de 40.000 españoles pedían desde sus restos un lugar entre los suyos. Y la pregunta que cabe hacerse ahora es a qué se debe ese interés repentino por desenterrar a los nuestros, por denunciar el asunto en novelas y ensayos, por dedicarle amplios reportajes en medios visuales y escritos, por crear, incluso, una Asociación para la Recuperación de la Memoria Histórica... Curiosa pregunta que puede tener, entre sus muchas respuestas, la que Javier Cercas me apuntaba hace unos meses en una de sus misivas: 'Bien pensado, José Luis, quizá sólo gente de tu generación (es decir, de la mía) puede hacer algo así'. Y no andaba muy desencaminado el autor de Soldados de Salamina cuando venía a sugerir que sólo los nietos de aquellas víctimas, alejados por imperativo generacional tanto de la hagiografía como del ajuste de cuentas, podían acometer una labor de semejante envergadura: romper definitivamente el silencio, recuperar el testimonio de los olvidados y devolver la dignidad a tantos muertos (civiles en su mayor parte) que permanecen todavía bajo nosotros, bajo tierra y sin duelo, sin el derecho elemental a una simple despedida.

Estoy convencido de que este momento es bueno para paliar los desmanes. El tiempo de los héroes ha pasado y ya iba siendo hora de ocuparse de sus víctimas.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_