Víznar... sierra, barranco y gradas
Nada más lejos de mi intención la de enmendarle la plana a Luis (García Montero) ni a cuantos en la prensa provincial, regional y nacional han criticado, critican y volverán a criticar el monumento y el entorno del barranco y de la fuente de Aynadamar, en Víznar. Sobre gustos nada hay escrito y 'quien pontifica, se descalifica'. Los lugares lorquianos, cuasi sagrados para nosotros, sus seguidores, lectores y/o estudiosos, han sido utilizados siempre por alguien y las más de las veces con intereses viles, villanos y mezquinos.
Escuchar a Ian Gibson hablar de la posible tumba -fosa común- de Federico García Lorca enternece al lector más duro. Leer a su hermana Isabelita en Recuerdos míos te hace imaginar la Granada que se vivió en los años 20 y 30, con todo lo que ello simboliza.
Pienso que todo lo que se haga por Lorca tanto en la Sierra -fuente de las Lágrimas y su teatro al aire libre- como en el barranco de Víznar, en Valderrubio, Fuentevaqueros, en su parque en la Vega de Granada o en los lugares donde residió, será poco para perpetuar su memoria, homenajear al autor con su obra y seguir haciéndolo eterno y universal.
Y, desde luego, Luis, estoy contigo y con Marguerite Yourcenar en que el mármol de los cementerios es demasiado frío y formal para 'recordar y añorar' a nadie. Menos aún a un poeta como Federico.
En Baeza, en la plaza de Santa María, junto al seminario y frente a la catedral, una plaquita metálica amarillenta, incrustada en un panel de sobria piedra blanquecina rememora un recuerdo lorquiano primoroso: Impresiones y paisajes de 1.917.
¡Cuántas y cuán ruidosas meteduras de pata cometieron las gentes que se 'apoderaron' de Federico, lo manipularon, amputándole todo -incluso la vida- y quisieron 'explotarlo' vivo y, sobre todo, después de muerto!.
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