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Las Cortes de la 'apabullante mayoría'

Los parlamentarios del 82 analizan el impacto del vuelco electoral que dio al PSOE el Gobierno

Carlos E. Cué

Sólo Alfonso Guerra había pronosticado, o al menos así quedó en el recuerdo, el apabullante éxito electoral de los socialistas: 202 diputados. El PSOE logró en las elecciones del 28 de octubre 10.127.392 votos, casi el doble que tres años antes. La victoria socialista se esperaba por la fractura de la UCD, pero nadie, salvó Guerra, pudo vaticinar un resultado tan espectacular. Ningún partido ha tenido nunca una holgura semejante. El PP, en su mejor momento, las últimas elecciones de 2000, obutvo 183 diputados.

Con estos mimbres, el PSOE, según los parlamentarios de entonces, lo dominaba todo con su 'aplastante mayoría', que le permitía desarrollar su proyecto sin contar con nadie para lograr aquello que prometió Guerra: 'A España no la va a conocer ni la madre que la parió'.

Herrero de Miñón: 'Se desmitificó a la izquierda. Enseguida vimos que no había por qué temerles'
Martín Toval: 'Fraga nos dijo 'a ver cuánto aguantan'. ¡Como no nos sacaran con tanques!'
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A pesar de los 202 escaños socialistas, los portavoces recuerdan que perduraba el ambiente de consenso que se había vivido en la Transición.

Eduardo Martín Toval fue primero portavoz adjunto del PSOE y luego portavoz hasta 1993, cuando le sustituyó Carlos Solchaga. Del 82 recuerda el 'vértigo' y la 'responsabilidad' que le produjo tener el Gobierno con mayoría absoluta y 'todo por hacer' en múltiples campos de reformas políticas y sociales.

'La victoria se la esperaba todo el mundo, pero no de esa manera. Yo, que era guerrista, nunca creí a Guerra cuando dijo que sacaríamos 202 diputados', recuerda con ironía. 'Pero los sacamos. La ilusión que vimos en la gente aquella noche en el hotel Palace de Madrid y los siguientes meses era algo que nunca se repetirá'.

No todo eran alegrías. Las amenazas de involución no habían desaparecido del todo y algunos pensaban que una victoria socialista podría resucitarlas. La solución que encontraron los socialistas fue la que marcó su líder, Felipe González, en la noche electoral: 'Quiero hacer un llamamiento a la serenidad'.

Martín Toval, que ahora ha vuelto a su puesto de inspector de Trabajo en Málaga, sostiene que siguieron esa máxima a pies juntillas. 'Desde el principio marcamos un tono moderado. Aunque yo pienso que precisamente la mayoría absoluta fue el antídoto social contra los golpistas, porque vieron que no tenían nada que hacer'.

Martín Toval sostiene que esa tensión se trasladó al Congreso en las primeras sesiones, sobre todo porque la extrema derecha, en su opinión, había salido relativamente reforzada en las urnas. 'Los primeros debates fueron duros. Fraga se creció porque sacó más de 107 diputados. Aunque de alguna manera el hundimiento de la UCD [que pasó de 168 a 11] sirvió para que la caverna, el reducto del régimen franquista, aceptara el proceso democrático. Pero estaban crecidos. Me acuerdo lo que nos reímos cuando Fraga dijo en la sesión de investidura: 'vamos a ver si duran ustedes toda la legislatura'. Nosotros pensamos que con 202 diputados, la única manera de echarnos era con tanques'.

Los socialistas tenían un abultado número de reformas políticas y sociales pendientes de hacer. Y 202 diputados para trabajar prácticamente a su antojo. Y lo sabían, aunque su portavoz adjunto de entonces sostiene que en esas Cortes del 82 se mantuvo el consenso que había dominado los anteriores parlamentos. 'Estaba todo por hacer. Es cierto eso de que, cuando dejamos el Gobierno, España no la conocía ni la madre que la parió. Pero no fuimos los socialistas. Fue la sociedad en pleno la que la cambió. Incluso la oposición colaboró. Aunque se habla del rodillo socialista, ya entonces se acuñó el término, más de la mitad de las leyes se sacaron adelante con el apoyo de AP'.

Este último partido logró arañar gran parte de los votos que dejó vacantes una UCD que después de haber gobernado durante años se deshizo por completo. Y muchos en AP lo tomaron como una gran victoria. No así Miguel Herrero de Miñón, padre de la Constitución, que dejó la UCD para incorporarse a AP, justo cuando los primeros estaban en plena debacle. Fue portavoz de AP en el 82, y recuerda la dureza de los resultados: 'Era una victoria arrolladora, sin paliativos'.

Una vez asumido que pasaban a la oposición, Herrero se centró en los aspectos positivos de esa victoria: 'Para la gente que, como yo, había elaborado la Constitución, tenía un punto muy positivo. Que las elecciones fueran limpias, y que ese vuelco pudiera hacerse sin problemas, demostraba que el sistema funcionaba y que la alternancia pacífica era posible'.

Quedaba por delante la tarea de organizar una oposición con gente acostumbrada a gobernar durante decenios. 'Yo creo que hicimos una oposición muy digna. Al margen de debates agrios, que hubo muchos, las relaciones Gobierno-oposición eran muy buenas en lo personal. Siempre recuerdo que Martín Toval me mandó un ramo de flores por el aniversario de mi boda. Se mantuvo el espíritu de consenso de la Transición. Es que básicamente éramos los mismos en el Congreso'.

Como reflexiones generales, Herrero recuerda: 'Uno de los grandes legados de esa época es que se desmitificó a la izquierda. Dejó de ser utópica y de prometer milagros. Enseguida se vio que los socialistas pretendían hacer funcionar el sistema a su manera pero sin cambiarlo. Que optaban por la economía de mercado. Así que ya no había por qué temerles'.

Las elecciones supusieron un vuelco para todos, pero hubo un partido que se llevó los golpes todos juntos: la UCD. Perdió casi cinco millones de votos respecto a 1979. Luis Ortiz, que fue su portavoz casi desde el principio porque sustituyó a Landelino Lavilla, recuerda esa amargura. 'Por hablar sólo de mí, pasé de ministro de Obras Públicas a diputado por Zamora y portavoz de un minigrupo parlamentario de 11 personas, entre los que estaban figuras clave de la democracia española. El resultado fue dramático'. Y encima sin partido, porque se disolvió enseguida. 'Tenía razón Calvo Sotelo cuando dijo que en todas partes se hace un partido para llegar al Gobierno, mientras en la UCD llegamos primero al Gobierno y luego tratamos de construir un partido para servirlo. Así nos fue'.

Para Ortiz, que ahora es diputado del PP, la llegada al poder de los socialistas marcó un hito. 'Fue muy importante. Porque enseguida se vio que era el socialismo civilizado quien llegaba al Gobierno. Habían ocupado el centro y nos habían desplazado a nosotros. Aunque esa moderación a veces no fue tal. Recuerdo los debates con Miguel Boyer, ministro de Economía, sobre Rumasa. Tenían el poder y con esa expropiación nos dieron un aviso claro: 'señores, vamos a utilizarlo'. Aunque en ningún momento llegamos a tenerles miedo, porque se moderaron mucho'.

Otro partido que sufrió una debacle en esas elecciones fue el PCE. Los comunistas, con Santiago Carrillo a la cabeza, pasaron de 23 diputados a cuatro. Fernando Pérez Royo, ahora eurodiputado socialista, fue uno de esos cuatro 'supervivientes', como los define él. Recuerda perfectamente la mezcla de sensaciones que se vivió en el PCE. 'Por una parte, la alegría, porque el PSOE, la izquierda, llegaba al poder. Pero por otro lado estábamos descolocados con la debacle del PCE'.

Todavía se impresiona al recordar los resultados del PSOE. 'Era demasiado apabullante. Y se pusieron bastante arrogantes. Aún así, votamos a favor de su investidura. Al fin y al cabo, era la izquierda. Y lo más importante es que la derecha había sido derrotada sin paliativos. Aunque Fraga lo interpretó como una victoria porque pensaba en su corralito, lo cierto es que la derecha del poder, de los bancos, la patronal, perdió el poder como nunca lo había hecho. Eso sí que fue la transición completada, o la segunda transición'.

Los nacionalistas, como siempre, desempeñaron un papel destacado en esas cortes. Marcos Vizcaya, el portavoz del PNV de entonces, es tajante al interpretar los resultados: 'El pueblo español lo dijo claro: 'se acabó la transición'. Esos diez millones de votos fueron un carpetazo brutal al pasado. Y eso, para nosotros, demócratas de siempre, tenía mucho valor. Los reaccionarios se quedaron sin argumentos, porque el veredicto de los votos era inapelable'.

En cuanto al desarrollo autonómico, el asunto que más preocupaba a los nacionalistas, Vizcaya también era optimista. 'Habíamos tenido muchas coincidencias durante la transición. Yo tenía una relación muy cercana con Felipe González. Nos veíamos constantemente, en restaurantes, lo que llamaban la bodeguilla... Los socialistas eran mucho más sensibles que la UCD al problema del País Vasco. Por eso afrontamos ese resultado con esperanza'.

Sin embargo, la mayoría absoluta, pensando de modo egoísta, no le convenía al PNV ni a CiU. 'No tenían que contar con los nacionalistas y, como se vio enseguida, no lo hicieron. Nos relegaron, especialmente en reformas educativas, y empezaron los conflictos, aunque claro, comparado con lo de ahora, eran de risa'.

La lucha antiterrorista, el asunto que sigue constituyendo 20 años después el problema principal de España, era clave también entonces. 'Nos dolió que el PSOE no contara con nosotros. Porque ETA siguió tan terrible como siempre. Le daba igual PSOE que UCD, el enemigo era España. La eficacia policial era escasa, y tuve varios enfrentamientos con José Barrionuevo porque ya se veía lo que iba a pasar después. Pero ellos se fiaban de Damborenea, Benegas y Múgica, y creían que no nos necesitaban. Se equivocaron'.

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