De Perejil a Kirguizistán
Militares españoles operan con la coalición antiterrorista en la ex república soviética
Desde la isla Perejil, en el litoral de África, a la república de Kirguizistán, en Asia Central. El comandante de helicópteros Vicente León realizó este periplo entre mediados de julio y principios de agosto para incorporarse a Gancí, un eslabón de la cadena de bases que EE UU y la coalición antiterrorista Libertad Duradera han establecido en torno a Afganistán. Desde las áridas montañas de Kirguizistán, los militares españoles operan por primera vez en la historia en un territorio que perteneció a la Unión Soviética. Comenzaron a venir en febrero y estarán por lo menos hasta fines de diciembre en la base, un descampado polvoriento contiguo al aeropuerto de Manás y cercano a Bishkek, la capital de Kirguizistán.
La relación entre población y forasteros parece una versión asiática de 'Bienvenido, Mr. Marshall'
La base que los norteamericanos instalaron en diciembre puede albergar 2.200 personas y hoy está a tope y en vías de ampliación. Acuartelados junto a 800 estadounidenses, 400 franceses y otros contingentes internacionales, hay 78 españoles. De ellos, 38 pertenecen al destacamento Kirspanhel, dotado con dos helicópteros Puma, y otros 40, al destacamento Ala 31 Géminis, dotado de un Hércules C-130. El comandante Vicente León, de las Fuerzas Aeromóviles del Ejército de Tierra, está al mando del primero, y el comandante Antonio Álvaro, del Ejército del Aire, del segundo. Los helicópteros realizan misiones de reconocimiento y rescate en apoyo de los cazas y aviones de carga que se desplazan a Afganistán o a las otras bases aliadas, como la de Karshi-Khanadar (Uzbekistán) o Dushambé (Tayikistán). En gran parte, la tripulación de los helicópteros es la misma que, al mando del comandante León, desembarcó en Perejil el 17 de julio.
Los vuelos de la coalición se rigen por tratados bilaterales entre Kirguizistán y cada uno de los países miembros. La presencia de un oficial del Ejército kirguizo a bordo es obligatoria para asegurar la comunicación en ruso con la torre de control y también para impedir el sobrevuelo de zonas que siguen siendo secretas, entre ellas, unas instalaciones de torpedos en las riberas del lago Isik-Kul.
La factura del Hércules en concepto de despegue y aterrizaje supera los 30.000 dólares al mes; los helicópteros cuestan mucho menos, pero los kirguizos han insinuado ya su deseo de subir precios a la coalición, una fuente de ingresos para este país de cinco millones de habitantes con una renta per cápita de algo más de 300 dólares al año.
La relación entre la población autóctona y los forasteros de Gancí parece una versión asiática de la película Bienvenido, Mr. Marshall. Los precios de los servicios se han disparado, los vendedores de CD piratas hacen su agosto, estudiar inglés está de moda (una traductora puede ganar 50 dólares al día) y en el pub americano de Bishkek ha aparecido la tortilla española.
'Todos esperan algo de nosotros. Los pueblos de los alrededores se quejan de los ruidos de los aviones, pero en realidad lo que quieren es que les ayudemos a reconstruir escuelas y caminos', señala León.
En Bishkek, algunos jóvenes kirguizos se quejan de que los militares de la base les quitan las chicas y 'ponen en peligro el fondo genético de la nación'. Los norteamericanos salen poco de la base y lo hacen en grupo, pero franceses y españoles confraternizan más con los civiles. Ochenta chicas kirguizas habrían conseguido visado para la Unión Europea gracias a sus romances con franceses, según nos dicen en la base. Los españoles, hasta ahora, han sido mucho menos fogosos, aunque, según el doctor Antonio Sánchez, 'hay tres relaciones en marcha que parecen ir en serio'. 'Todo el mundo ha sido advertido de los riesgos de sífilis, de sida y de una forma de gonorrea bastante molesta', sentencia el médico. A la soldado Tatiana, una madrileña de 20 años, la vida en la base le parece una 'maravilla', porque en ella 'hay todas las comodidades que uno se hubiera podido imaginar': Internet, aire acondicionado, un centro de entrenamiento, una revista de campaña y hasta una capilla de uso plural. 'No hay mufti (máximo dignatario islámico), pero sí una alfombrilla para la oración islámica', dice un oficial.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.