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Crítica:
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

La inevitable doña Emilia

Así la llamaban ('la inevitable doña Emilia') no sin las debidas reticencias y a sus espaldas sus grandes adversarios que fueron también sus compañeros y rivales Valera, Alarcón, Pereda, Menéndez Pelayo o Clarín, que le temían porque polemizaba con ellos sin parar y se colaba de rondón en toda suerte de berenjenales, tanto en terrenos puramente literarios como en su narrativa, en el periodismo, en la crítica literaria o en polémicas científicas e históricas con todo desparpajo y sin el menor rubor. Era una auténtica fuerza de la naturaleza, y lo malo es que lo sigue siendo a estas alturas, con una obra que atraviesa ya dos siglos y que sigue viva cara al público de nuestros días, como lo muestran este sexto volumen de sus 'obras completas', que recoge sus 'novelas cortas' -tras haber publicado cinco anteriores con sus veinte novelas largas- en la serie que para la Biblioteca Castro vienen dirigiendo los profesores Darío Villanueva y José Manuel González Herrán (a la que hay que desear la debida culminación), a lo que se une este breve y enjundioso estudio y antología escrito con pasión apologética por una lectora y escritora asimismo de excepción, la buena narradora de hoy que es Cristina Fernández Cubas.

OBRAS COMPLETAS, VI (NOVELAS EJEMPLARES-NOVELAS CORTAS)

Emilia Pardo Bazán Biblioteca Castro. Fundación José Antonio de Castro. Madrid, 2002 968 páginas. 45,08 euros

EMILIA PARDO BAZÁN

Cristina Fernández Cubas Omega. Barcelona, 2002 150 páginas. 26 euros

Lo cierto es que como no

hay mal que por bien no venga, ese absurdo crítico que es el multiculturalismo le sienta bien a la Pardo Bazán (y como lector me felicito por ello) por tres razones añadidas: por ser mujer, por su feminismo teórico a ultranza y por su regionalismo gallego permanente. Fue una mujer que firmó con su nombre propio en un tiempo donde las colegas de su sexo se emboscaban por doquier detrás de los correspondientes seudónimos (Georges Eliot, George Sand, Fernán Caballero) masculinos en su mayoría, autodidacta pero de clase aristocrática, lo que le permitió una evidente libertad de movimientos, lectora insaciable desde niña, viajera por Europa y muy influida por los narradores franceses y rusos de su tiempo, esposa a los 17 años, madre de tres hijos y pronto separada de un marido con quien siempre se llevó bien, floja poeta en su juventud y no mejor tardía autora teatral, pero narradora incontenible en todas sus dimensiones, en sus 20 novelas largas, en sus 21 cortas y en sus 600 cuentos que la convierten en la mayor cuentista de la literatura española de todos los tiempos. Galdós (quien fue su mejor amigo, hasta afectivo y sentimental) fue mejor novelista, Clarín nos dejó algunos cuentos mejores, pero el peso de la Pardo Bazán como cuentista no tiene parangón.

Su feminismo fue relativo en la práctica pero irreprochable en la teoría, su naturalismo lo debilitó una religiosidad que la condujo al simbolismo idealista final, pero su galleguismo fue el mismo de principio a fin, como lo demuestra el hecho de que su caserón de A Coruña alberga ya su museo (es curiosa la estrechez de su cama para un cuerpo que llegó a ser tan voluminoso) y a la vez la sede de la Academia Gallega, supongo que para el idioma castellano que fue el suyo, claro. Pero quiero insistir ahora en el volumen e importancia de su obra crítica, de sus estudios sobre Feijoo, su biografía de san Francisco de Asís, sus libros sobre el naturalismo (La cuestión palpitante) o los de La Revolución y la novela en Rusia, o los cuatro dedicados a la literatura francesa de su tiempo, los 30 números de la revista Nuevo Teatro Crítico, y tantos otros incompletamente recogidos en el tercer tomo de la edición de Aguilar que recopiló Harry L. Kirby Jr. en 1973, y que sus lectores esperamos ver en la de la Biblioteca Castro después de estas 19 'novelas cortas' (faltan dos que irán al lado de los cuentos de La dama joven, para no romper la unidad del volumen) y de los infinitos cuentos que aquí se prometen (tras los 'completos' que Paredes Núñez nos dio en 1990 en los tres volúmenes de la Fundación Barrié de la Maza).

Mientras tanto, el pequeño libro de Cristina Fernández Cubas, bien escrito como todos los suyos, es un buen resumen apologético que no oculta zonas más o menos conocidas -por escandalosas- de la vida y obra de la escritora y una especie de aperitivo para entrar en su obra, pues incluye cuatro cuentos excepcionales y sendos capítulos más o menos morbosos de Los pazos de Ulloa e Insolación, aunque para morbo de verdad el del 'incesto inocente' de La madre naturaleza, tan maltratada por doquier. Pasen y vean a una gran escritora que forcejeó con su tiempo y que se ganó la libertad a manos llenas y como a zarpazos, por encima de unas hipotéticas perfecciones estilísticas que la rebajaron a ojos de los académicos y formalistas que no la quisieron en su seno, pero que la enaltecieron a los de sus lectores, que hasta aquí han llegado y parecen querer seguir adelante sin parar.

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