Seis héroes y un mito

La independencia de la América española y portuguesa ha hecho correr ríos de tinta debido a una enormidad de problemas que giran a su alrededor: ¿cómo fue posible que el Imperio español, que se mantuvo intacto durante tres siglos, se deshiciera como un azucarillo en tan poco tiempo?, ¿por qué las colonias españolas se desmembraron pero Brasil mantuvo su unidad?, ¿cuál fue la influencia de la independencia de las 13 colonias y de la Revolución Francesa en estos procesos? Uno de los motivos que reforzó el valor de la discusión fue que en torno al fenómeno de la emancipación se asentó la construcción de las nuevas repúblicas latinoamericanas y a partir de ella los historiadores liberales del siglo XIX se dedicaron a construir las ideologías fundacionales de sus respectivas nacionalidades. Ellos fueron los que elevaron a los héroes de la independencia, los libertadores, a los respectivos panteones nacionales tras el oportuno proceso de santificar a unos líderes políticos y militares con ciertos toques de genialidad, que de ese modo eran convertidos en próceres.

Robert Harvey sigue en esta

obra la estela dejada en su momento por los Bartolomé Mitre o los Carlos María Bustamante de turno. Así nos presenta siete biografías (Francisco de Miranda, Simón Bolívar, José de San Martín, Bernardo O'Higgins, Lord Cochrane, Agustín de Iturbide y Pedro I de Brasil) centradas en recoger las gestas heroicas que según nuestro autor hicieron posible las revoluciones de independencia. Así comienza en las hazañas bélicas y amatorias de Miranda a lo largo y ancho de Europa y termina en el encaprichamiento de Pedro I con Domitila de Castro. De todas formas, la parte de león se la lleva Bolívar, cuyos logros políticos y guerreros ocupan casi la mitad del libro. Una vez más el mito bolivariano se alza sobre la faz de la tierra: 'Aquellos que ven en Bolívar a una figura casi mítica, están cerca de lo cierto. Porque, medidos con cualquier vara, la vida que llevó y los logros que alcanzó son casi sobrehumanos'. Por el contrario, uno de los principales méritos de su trabajo son las continuas referencias a las respuestas británicas a la evolución de la coyuntura americana.

Sin embargo, el principal problema de su obra no son los perfiles totalmente hagiográficos de los héroes de la independencia, sino la serie de tópicos que maneja sobre el pasado colonial de los imperios ibéricos, así como de la actualidad latinoamericana. Por eso dice que 'el Imperio español era ante todo una estructura militar, derrocada por una clase también militar, que dejó abierta una gran brecha entre los terratenientes y las clases desposeídas de tierras. La clase comerciante jugó poco o ningún papel en la caída del Imperio. La revolución norteamericana la hizo la clase media; en cambio, la revolución de las colonias españolas la hicieron los aristócratas y los militares, aprovechando un trasfondo de odio racial y de clase'. Su profundo desconocimiento de la realidad colonial lo lleva a ignorar el carácter meramente político de las revoluciones de independencia, que implicó el inicio de la construcción de repúblicas con gobiernos representativos elegidos mediante elecciones y el paso de sociedades de súbditos a otras de ciudadanos. Y es ese mismo desconocimiento y su visión poco matizada de la actualidad latinoamericana lo que lo llevan a acentuar el peso de la herencia colonial en la realidad de la región. Mucho ha avanzado la historia política de la época en los últimos años como para seguir insistiendo en versiones románticas de la independencia.