Dios
Nuestro hombre no es ajeno a lo que ocurre en el mundo. Al contrario. El día en que el presidente habló por televisión siguió atento sus palabras. Cuando Bush decía aquello de que no permitirá que muera ningún americano víctima de las bombas de Sadam Husein, él se mostró furiosamente de acuerdo. Y cuando Bush informó de las armas que Sadam estaba construyendo, nuestro hombre sintió en el estómago un azote de infelicidad por no entender a qué viene tanto odio hacia su pueblo. Si él pudiera hacer algo. Daría la vida por su patria. La daría.
El rifle que tiene nuestro hombre lo compró en una tienda de Virginia. No tenemos por qué imaginar que se dirigió al empleado de una forma huidiza, no hay por qué pensar que asistió al campo de tiro con el mismo comportamiento extraño con el que se dirigieron los terroristas del 11 de septiembre a las escuelas de aviación de Florida, al contrario, nuestro hombre es un cliente habitual, tiene todo el derecho a acercarse por allí de vez en cuando a pegar unos tiros. Y es fácil hacer amigos cuando se tienen aficiones comunes.
Nuestro hombre no es ajeno al hecho de que el Estado no tiene un registro de armas ni tampoco sigue un control de la huella específica que cada arma concreta deja. Sería posible, pero los amigos de la Asociación Nacional del Rifle se oponen con vehemencia. Y no es sólo por el negocio, dicen, se trata de nuestra cultura: 'Las armas no matan a la gente', sostienen, 'la gente mata a la gente'.
Eso es lo que hace nuestro hombre, se sube a un tejado, se asoma a la ventana del último piso, y espera el momento en que ese individuo entra en el coche, ese niño va a la escuela, esa mujer carga el carrito del supermercado. No se precipita, espera el momento preciso y dispara. Sabe que la bala los destrozará por dentro. Es tan fácil. Tan fácil recoger las cosas, montarse en el coche, volver a casa. En las noticias se repite lo que él escribió en un naipe: 'Soy Dios'. Claro que soy Dios, se dice, Dios es el que mira a los hombres desde arriba.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.