La búsqueda y la intuición

Dos exposiciones en Bilbao. En galería Epelde & Mardaras de Bilbao, la pintora francesa Jeannette Leroy (París, 1928) muestra óleos y acuarelas de mediano y gran formato. Arte apacible, sereno, relajante. Si bien el modelo está fijado por la abundante flora del territorio que pisa a diario en el inmenso jardín de su casa en el sur de Francia -a la par que escucha los cercanos y rumorosos ecos del río Adour-, la mano transforma su primigenia faz figurativa hasta alcanzar la difusa apariencia de signos abstraccionales.

Es obra de pacientes e inseguros tanteos. Está buscando un oficio y una voz propia, en pugna con lo que fue su originaria profesión de redactora y fotógrafa de revistas de moda, y, más aún, con su larga etapa de creadora de dibujos a lápiz. Dibujos de corte clásico y enteramente académicos. Algunos de estos dibujos se hallan en prestigiosos museos, como The Metropolitan Museum of Art (Nueva York), British Museum (Londres), Musée National d'Arte Moderne (París), National Museum of Modern Art (Tokio), entre otros. Quizá el futuro le lleve a indagar profundamente sobre el mapa de su interior fondo personal. Cuanto más ahondado sea tanto mayor será la conquista transformadora de la realidad. Es posible que a través de esa búsqueda consiga alejarse de un pasado artístico demasiado férreo, en las antípodas, por otra parte, del universo de libre gestualización dulcífica al que ahora aspira.

Como contraste, sorprende ver a un artista autor de varios cuadros de enorme riqueza creativa exponiéndolos en un espacio impropio a sus méritos. El artista es Biderbost (Bilbao, 1952) y el espacio un café, por más que se llame espacio alternativo. Allí están, en Piropo Café (Manuel Allende, 11), unas obras gestadas con una amplísima variación de grafías. Tachismo controlado, tachismo lírico, sobre una superposición de múltiples e imaginarios espacios. En sus mejores cuadros conviven muchos elementos que conforman un todo. Pintura omnímoda que se torna gratamente envolvente. A veces creemos estar frente a resultados de un test que evaluara las capacidades psíquicas del propio artista. Cuando entra en liza algún cuerpo geométrico lo hace para fijar con mucho énfasis los primeros planos, de tal suerte que los elementos orgánicos pueden pulular por los espacios a sus anchas. Rojos de todos los tonos, negros con su cúmulo de sombras. La sobra mira y el silencio escucha.

Por su punto de malditez creemos percibir aromas del mejor Wols, y por su riqueza imaginaria viene a la memoria el artista que se va agigantando con el paso del tiempo, tal cual es Paul Klee. A los galeristas bilbaínos les convendría ver las obras de este artista; seguir su trayectoria y prepararle una exposición en toda regla. Sería un gran acierto.