Lo incongruente de nuestra Administración

Todos conocemos la mala gestión del sistema de salud pública, pero su incongruencia no se me había hecho patente hasta que ayer se le negó a mi madre, jubilada, el pago de una medicación para el corazón recetada por un médico internista de un hospital público de Madrid, porque la enfermedad de mi madre 'no cumple las indicaciones previstas', es decir, infarto. Como a mi madre no le ha dado un infarto, no le pagan la medicación, aunque ésta haya sido recetada por un profesional responsable precisamente para prevenirlo. (La verdad es que el infarto casi le dio cuando supo el precio de las pastillas.) Claro, muy amablemente se le remite al especialista (cardiólogo) para que le recete otra cosa, pero teniendo en cuenta lo que tardan las citas, ¿qué pasa mientras? Hablamos de una medicación para el corazón y el simple hecho de que esta medicación recetada por un profesional que trabaja para la salud pública necesite la revisión y la aprobación de un inspector, me parece vergonzoso, porque se debería dar por hecho que ningún médico responsable recetaría esto si no fuera necesario, y opino que estos trámites no ayudan a reducir gastos, sino que perjudican profundamente a los enfermos. Un jubilado que esté solo en esta situación, con menos de 70.000 pesetas de pensión, con unas pastillas que valen 10.000..., ¿qué hace?, o come o se medica..., pero difícilmente las dos cosas. En fin, la gestión de la sanidad pública es un desastre, aunque de eso debe de ser muy consciente la propia Administración, porque, al parecer, a sus miles de funcionarios sí que les paga el privilegio de la sanidad privada. Incongruente, ¿verdad?