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LA SITUACIÓN EN EL PAÍS VASCO
Columna
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Prisioneros

Enrique Gil Calvo

Sostuvo Ibarretxe en su proclama de libre asociación ante el Parlamento vasco que se siente emparedado entre una doble provocación que le impele a manifestarse como lo hace: la de ETA y la de Aznar. Pero esto es una falacia, pues contra el vicio provocador está la virtud de no dejarse provocar. Es verdad que el campeador Aznar ha venido provocando al lehendakari para que se eche al monte. Pero éste podría haber demostrado mayor inteligencia, sin caer en la trampa perdiendo los papeles. En el resto de España fuimos muchos quienes confiamos en que sabría gestionar responsablemente la mayoría de votos que obtuvo en mayo de 2001. Pero no ha sido así, pues su torpeza política le ha conducido a meterse en un callejón sin salida. Su propuesta de cosoberanía unilateral no tiene pies ni cabeza, pues la libre asociación sólo puede obtenerse por consenso, como sucede en confederaciones como la Unión Europea, donde todos sus miembros disponen de derecho al veto. El consentimiento no se impone por decreto, pues quien ofrece libre asociación debe reconocer derecho de veto a los candidatos con quienes pretende asociarse.

Pero pasemos al otro lado del espejo y contemplemos el reflejo simétrico que ofrece Aznar de esta estrategia suicida de autodestrucción mutua. También el presidente español afirma actuar en legítima defensa, respondiendo las provocaciones nacionalistas. De este modo ambos mandatarios, tanto monta uno como otro, se han encerrado solitos en un círculo vicioso que les obliga a devolver con creces golpe por golpe, mientras somos nosotros, sus indefensos electores, quienes pagamos el pato de esta partida macabra. Es la estrategia de toma y daca (o tit for tat) que Axelrod analizó en el dilema de los prisioneros, el más famoso modelo de teoría de juegos donde ambos adversarios se encierran en una espiral de conflictividad, con venganzas a la siciliana que van escalando inexorablemente la conflictividad acumulada.

¿Cuál será, por tanto, la próxima jugada de Aznar, a quien ahora le toca el turno de mover ficha en este tablero simétricamente emplazado a un año vista, cuando venza tanto la provocación de Ibarretxe como la sucesión de Aznar? ¿La activación constitucional del estado de excepción? ¿O la retirada forzosa de su propuesta de retirada electoral? El coro de cámara le susurra a Aznar que no debe retirarse ahora, pues la magnitud del desafío nacionalista hace más necesaria que nunca la firmeza que sólo él ha sabido demostrar. Pero esta forma de ver las cosas puede llevarnos precisamente a conclusiones opuestas: Aznar debe retirarse ya, y designar cuanto antes a su sucesor, para que esta espiral de conflictividad no escale otro peldaño más. Pues si la firmeza aznarista continúa provocando a los nacionalistas, la mayoría del electorado vasco terminará por convertirse en independentista.

La única forma de romper el círculo vicioso en que se han encerrado Aznar e Ibarretxe sería que ambos se vayan cuanto antes a casa. Hace falta no sólo que los electores vascos echen a este lehendakari que tan suicidamente defiende sus intereses, sino que además hace falta también que los electores españoles saquen a Aznar del poder, poniendo en su lugar a cualquiera capaz de resolver los múltiples entuertos (Euskadi, Marruecos, etcétera) en que nos ha metido la irresponsabilidad del inquilino accidental de La Moncloa. Pero como esto parece fácil de conseguir, el auténtico problema es echar a Ibarretxe de Ajuria Enea. Para parar el aventurerismo del lehendakari, es preciso lograr el vaciamiento electoral del PNV por su flanco moderado, a fin de compensar con creces el trasvase de votos radicales que recibirá tras el vaciamiento de Batasuna. Pero si prosigue el frentismo antivasco promovido por Aznar, ningún votante del PNV desertará, y hasta es posible que el voto independentista crezca, pese a todas las absurdas torpezas que cometa el imprudente Ibarretxe. Por lo tanto, parece llegada la hora de disociar el frente PP-PSE, a fin de que los electores moderados del PNV encuentren candidaturas más razonables.

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