Los posos del café
El desplome de los precios de la segunda materia prima más vendida amenaza la subsistencia de 25 millones de familias
La actual crisis del café amenaza el medio de vida, el sustento y el futuro de 25 millones de familias productoras en todo el mundo. Esta materia prima, que cada día millones de españoles consumen y que es un rito que adopta diferentes formas en todo el mundo, es la segunda mayor comercializada en todo el mundo, tras el petróleo. El precio del café en el mercado internacional está hoy a los mismos niveles de hace 30 años. Sólo en los últimos tres años, la cotización ha caído un 50%. No obstante, este descenso apenas se ha reflejado en el precio que paga el consumidor en Europa por un paquete de café en un supermercado.
La situación está forzando a los productores, que en general son pequeños agricultores, 'a sacar a sus hijos (especialmente las niñas) de la escuela, y cada vez son menos los alimentos básicos y las medicinas que pueden comprar', cuenta Tatiana Lara, de la Central de Cooperativa Cafetaleras de Honduras. 'Nos estamos hundiendo, pues estamos vendiendo el café por debajo del coste'. En plantaciones de Honduras, Burundi o Vietnam, por ejemplo, el precio cubre sólo entre un 60% y un 70% del coste de producción. Hace diez años, los países productores recibían una tercera parte del valor del café en el mercado y hoy reciben menos del 10%.
El sector padece un exceso de producción y la calidad del producto es cada vez peor
Mientras el precio internacional ha caído un 35%, en España ha subido un 20%
La crisis del mercado del café se debe, sobre todo, a un exceso de producción. Entre mediados de los noventa y finales de la misma década, el café registró altos precios. Tras la última escalada, los gobiernos de los países exportadores de café, respaldados por los organismos multilaterales de crédito en la búsqueda de un crecimiento orientado a la exportación en sus áreas más ventajosas competitivamente, decidieron estimular el cultivo de café, según la ONG Oxfam. El problema es que una plantación tarda entre tres y cuatro años en empezar a producir. Para cuando esas plantas comenzaron a producir, el precio internacional ya empezaba a caer y desde entonces siempre ha ido a la baja. La alta producción, además, ha deteriorado la calidad del café. Se ha pasado en exceso de la variedad arábica a una robusta de muy baja calidad.
La semana pasada, la Organización Internacional del Café (OIC), que reúne a 75 países exportadores y consumidores, se reunió en Londres y anunció un plan para paliar la crisis. Se decidió implementar un plan de diversificación de cultivos para ayudar a los productores. No obstante, la medida más importante y la más viable es la de poner en marcha un programa para mejorar la calidad del café, que fue aceptado a regañadientes por Vietnam y Angola. El primero de estos países ha cuadriplicado sus exportaciones en sólo siete años y su café no alcanza gran calidad.
El plan, que entraría en vigor a finales de este año, pretende eliminar la venta de café de mala calidad en el mercado. Si se logra, la oferta sería menor, se ajustaría más a la demanda y el precio se equilibraría. Con ello se pretende dar una especie de regulación al mercado como la que había con el Acuerdo Internacional del Café hasta 1989 y que se rompió a raíz de las disputas entre los países productores y la salida de EE UU, el mayor importador mundial, del acuerdo. La iniciativa hacia una nueva 'regulación' del mercado del café ha sido respaldada por Brasil, el mayor productor de café, y de paso ha arremetido contra los obstáculos que ponen las grandes empresas tostadoras y el proteccionismo en los países consumidores.
Las cinco grandes compañías tostadoras del mundo, Sara Lee (bajo la marca Marcilla en España), Kraft (Saimaza), Nestlé (Bonka / Nescafé), Tchibo y Procter & Gamble, también han expresado su preocupación por la disminución de la calidad del café, aunque durante los últimos años han desarrollado tecnologías para enmascarar el amargo sabor de la variedad robusta más barata, según un informe de la Agencia para el Desarrollo Internacional de EE UU, el Banco Mundial y el Banco Interamericano de Desarrollo, citado por Oxfam. Las empresas hicieron esto, según la ONG, cuando se disparó el precio de la variedad arábica en 1997.
La solución que se baraja para revertir esta situación se basa en un compromiso por parte de todos los agentes del mercado, y en especial de los importadores. La cadena Starbucks, que recientemente ha iniciado su desembarco en España de la mano de VIPS, compra, por ejemplo, una parte del café directamente a los productores y les paga en torno a 1,26 dólares por libra, cuando en el mercado cuesta menos de la mitad. Esto beneficia al productor y a la cadena le garantiza un café de mejor calidad. No obstante, la parte que Starbucks u otros establecimientos compran directamente a los productores es aún poco significativa.
La crisis del mercado internacional del café, por otra parte, ha repercutido muy poco en el precio que pagan los consumidores en los países importadores como España, que es el sexto mayor del mundo y el noveno donde más se consume, unas 690 tazas por persona al año. El 88% de ese café es tostado, y el resto, soluble. El 51% se compra en supermercados y el 49% en cafeterías. El precio del café en España aumentó un 20% entre 1994 y 1999, según el Foro del Café, mientras que en el mercado internacional cayó más de un 35%. No se dispone de datos más actualizados, pero el Foro cree que la diferencia ha continuado acrecentándose y mucho más tras la entrada del euro. En Francia o EE UU, sin embargo, los precios al consumidor siguieron más de cerca la tendencia a la baja de los internacionales. La Comisión Económica par América Latina y el Caribe (CEPAL) señaló en un informe que, 'debido a la estructura de la industria cafetera en muchos países importadores, la caída del precio internacional no se trasladó al del consumidor, lo que contribuyó al estancamiento del consumo'.
La distribución del café en supermercados está tan concentrada en España como en el resto de los grandes países consumidores. Las tres grandes tostadoras, bajo las marcas Marcilla, Saimaza y Bonka, controlan en torno al 60% del mercado y el 65% en términos de valor, según Alimarket, la empresa especializada en informes sectoriales.
En cambio, en el sector de la hostelería, el mercado está muy atomizado y hay más de trescientas pequeñas y medianas empresas compitiendo.
Es un mercado donde a las multinacionales se les ha hecho mucho más difícil entrar, puesto que es mucho más segmentado y la relación entre el proveedor y el comprador es mucho más estrecha.
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