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Crítica:
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Horror doméstico

El exilio y la emigración son las causas tópicas del desarraigo y el extrañamiento. Pero no son las únicas. En el seno de las propias sociedades occidentales los cambios y las rupturas bruscas de las formas de interacción y de convivencia sociales, aparte de la inestabilidad y el caos que las acompañan como una sombra irreductible, suscitan entre sus miembros iguales o parecidos sentimientos de pérdida de identidad y de acoso siniestro. La obra de Mona Hatoum (Beirut, 1952) debe probablemente su rara intensidad y desde luego toda su fuerza inquietante al hecho de que en ella convergen esas dos líneas de pérdida de nosotros mismos y del mundo al que pertenecemos o creemos pertenecer.

MONA HATOUM

Centro Gallego de Arte Contemporáneo Santiago de Compostela Hasta el 5 de enero de 2003

A la primera línea la vincula su propia biografía: ella es una parte más de la penosa diáspora palestina porque nació en Beirut en el seno de una familia que se vio obligada como tantas otras a abandonar su Haifa natal, a raíz de la creación del Estado de Israel en 1947. A ese exilio familiar sumó pronto su personal emigración desde Beirut hasta Londres, a donde viajó a estudiar arte en 1975 y donde actualmente vive y trabaja. A la segunda línea de desarraigo y extrañamiento la vincula su propia experiencia vital en una de las metrópolis características de Occidente, donde poco o nada ofrece fijaciones ni certidumbres definitivas.

De allí que no sorprenda que

una exposición como ésta -que llega al CGAC después de haber estado en CASA, en Salamanca- ofrezca a pesar de la evidente heterogeneidad de las obras expuestas un hilo común que no es otro que el extrañamiento. Extrañamiento de la artista de su mismo cuerpo, tal y como ocurre en la instalación Corps Étranger que consiste en un cilindro en cuyo suelo desnudo se proyectan imágenes circulares de vídeo que son las que Mona Hatoum ha hecho de su cuerpo y sobre todo de sus orificios y cavidades interiores.

A ese extrañamiento se suma el que convierte en raros e inclusive en amenazantes los muebles y los utensilios de cocina más hogareños y familiares. Como ocurre con Doormat II, un felpudo de bienvenida hecho de agujas de acero inoxidable. O con Divan bed, una cama turca revestida de láminas de acero corrugado que niegan radicalmente el suave reposo que en cambio brindan las que le sirven de modelo.

Igual negativa, aunque esta vez al abrigo y la protección, ofrecen Incomunicado y Silence que son dos cunas, la primera de estructura de acero y lecho de alambre cortante y la segunda, sin lecho, hecha exclusivamente de frágiles tubos de cristal. Obviamente ningún bebé tiene lugar en ninguna de ellas.

Pero donde la singular apuesta estética de Mona Hatoum alcanza la mayor radicalidad es en lo que concierne a la cocina. Ese núcleo irreductible del hogar y de su protagonista tradicional, el ama de casa, que es convertido por la artista palestina en un escenario del horror. De hecho, la pieza que probablemente más intimide entre todas las expuestas es La grande broyeuse (Moulie-Julienne), un gigantesco pasapuré de acero que Tamar Garb ha asociado con esa pavorosa máquina de tortura descrita por Kafka en La colonia penitenciaria. Y a iguales o equiparables procedimientos de desnaturalización han sido sometidos cortadoras de pan, espumaderas, coladores y ralladores. Y el clímax lo ofrece Home, una mesa donde se exhiben utensilios culinarios de toda clase iluminados desde dentro y peligrosamente electrificados.

Mona Hatoum no omite sin embargo la referencia a la fuente irreductible de su desarraigo. Present Tense es un adoquinado de barras de jabón y cuentas de vidrio que dibuja el mapa imposible de Palestina trazado en los Acuerdos de Oslo.

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