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CARTAS AL DIRECTOR
Opinión de un lector sobre una información publicada por el diario o un hecho noticioso. Dirigidas al director del diario y seleccionadas y editadas por el equipo de opinión

Sobre republicanos exiliados

Ahora que se habla tanto de los republicanos exiliados, me viene a la memoria la vida de mi abuelo Antonio García Banús, que en 1936 era catedrático y decano en la Facultad de Ciencias Químicas, a la vez que vicerrector de la Universidad de Barcelona. Como tantos otros republicanos convencidos, tuvo que irse.

Estoy investigando su vida académica, y hablando con quienes le conocieron me doy cuenta de lo que representa el destierro involuntario. Cuentan que era persona muy querida en la Universidad, que sus clases siempre estaban llenas a rebosar (era un gran comunicador), que con un laboratorio elemental que había logrado montar consiguió investigaciones notables, que las tertulias en su casa los sábados por la noche reunían a estudiantes con intelelectuales tales como Pompeu Fabra, Pau Casals, Puig i Cadafalch, todos ellos amigos suyos. Vivía para su universidad y sus alumnos.

Tuvo que dejarlo todo de la noche a la mañana. Me pregunto cuáles serían sus sentimientos en aquel momento y a partir de entonces.

Recaló en París, donde impartió clases durante dos años en la Sorbona en condiciones muy duras, y de allí marchó a Colombia, donde el presidente Santos le propuso fundar la Universida Química de Bogotá.

Murió en el destierro en 1955 sin nunca haber vuelto a España.

Sin embargo, mi sorpresa fue al contactar con profesores colombianos y comprobar maravillada que, después de tantos años, todavía sigan queriéndolo y admirándolo. La Universidad Química García Banús, pues así se llama, organiza para este próximo noviembre un homenaje a su fundador.

Gracias a Colombia, mi abuelo recobró gran parte de su felicidad, pero no toda: nunca olvidó 'su' Universidad, la de Barcelona. En su testamento lo primero que pide es que traigan sus cenizas y las entierren en el jardín de la Universidad de Barcelona.- Nuria Alomar García. Barcelona.

Ahora que se ha puesto algo de moda hablar de la auténtica España del exilio, siempre injustamente tratada por los medios, quisiera homenajear al doctor Luis A. Santaló, fallecido en Buenos Aires (su tierra adoptiva) el 23 de noviembre del pasado año (noticia que, al parecer, pasó inadvertida en la prensa española).

Desde joven se mostró como un matemático brillante, un extraordinario didacta y un humanista comprometido con su sociedad. No fue ajeno a las trágicas convulsiones que agitaron a Europa en los años treinta y defendió a la República durante la Guerra Civil, desde un rol en el que sus dotes le daban máxima eficiencia: instructor de pilotos de combate.

La dolorosa derrota republicana y los horrores de la guerra nos permitieron a los argentinos el enorme beneficio de que se radicara en nuestro país. Sus trabajos le valieron el reconocimiento mundial y jalonaron el desarrollo de la Matemática con teoremas que llevan su nombre. Santaló también se preocupó por la formación de la juventud en todos los niveles, contribuyendo a la mejora de enseñanza de la Matemática, impulsando proyectos de capacitación docente, mejoras de planes de estudio, produciendo artículos y textos y fundando el Profesorado en Matemática de la Facultad de Ciencias Exactas de la Universidad de Buenos Aires en los sesenta, que fue nuestro primer profesorado universitario en la disciplina.

Santaló fue un maestro extraordinario que emularon generaciones de docentes. Roederer le dedicó su conocido texto de Física diciendo 'a quien me enseñó a enseñar'. Jamás olvidaré su clase introductoria a la Geometría Analítica, en la que demostró con razonamientos que no requerían más nociones que las más elementales sobre triángulos y circunferencias, que la

curva que obtiene un albañil con dos estacas y una cuerda y la que limita a la sombra de un círculo son la misma cosa, una cónica llamada elipse.

Ahora radicado en su querida España, considero una obligación moral recordar de esta manera a mi querido e inolvidable profesor.

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