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Crítica:JAZZ
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

'Prêt-à-porter' de lujo

'¿Para qué empieza a cruzar una carretera un canadiense? Para quedarse en medio'. Se deduce de este chiste frío y filosófico que los vecinos del norte de Estados Unidos son gente algo extraña. Sin embargo, Diana Krall le está sacando partido a eso de quedarse equidistante de arcenes y aceras. Superada aquella timidez de sus comienzos, en directo sigue vistiendo de calle y rechazando poses calculadas. Entre la Diana de alta costura y la de prêt-à-porter de lujo, los aficionados al jazz prefieren la segunda. Justo la que acudió al Palacio de Congresos.

Aparecer por una esquina del escenario, vestida de negro y al mismo paso que sus músicos, y tomar posesión de la banqueta del piano fue todo uno. El batir de palmas debió de sonarle como un halago embarazoso. Diva, sí, pero sin caprichos. Krall se concentró de salida en el piano y dejó que sus músicos se explayasen en solos bien bruñidos. Así la extensión de las primeras canciones se dilató más de la cuenta, creando cierto vacío entre la exposición y la reexposición de la melodía. Donde se la vio confortable fue en las canciones que la han convertido en un fenómeno de masas avisadas: le tiene tan bien tomado el pulso a Cry me a river, The look of love o Let's fall in love que pudo recorrerlas a ciegas. En cambio, tuvo que mantener los ojos bien abiertos en As time goes by, de reciente incorporación, que le quedó titubeante. Fue un desliz casi imperceptible, porque el primer concierto de su doble cita madrileña concluyó en el cálido refugio de S'Wonderful a ritmo de bossa nova.

DIANA KRALL

Diana Krall (voz y piano), Anthony Wilson (guitarras eléctrica y acústica), Pierre Boussaguet (contrabajo) y Jeff Hamilton (batería). Palacio de Congresos. Madrid. 27 de septiembre.

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