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Reportaje:

Atados al camino

Los enfermos renales de la zona norte de Granada recorren cientos de kilómetros para la hemodiálisis

La vida de José depende de una máquina ubicada a más de cien kilómetros de su casa. Día sí, día no, tiene que subir a un vehículo antes del amanecer, recorrer un largo trayecto a través de carreteras secundarias, llegar al centro de hemodiálisis de Guadix (Granada) para reciclar su sangre durante cuatro horas y, sobre todo, superar el calvario del regreso. Dolores de cabeza, mareos y fuertes calambres son sus compañeros de viaje mientras recorre las interminables curvas del camino a su pueblo.

José Martínez Romo, de 36 años, es uno de los alrededor de cuarenta enfermos renales que viven en la zona norte de la provincia de Granada. Todos ellos tienen que recorrer varias veces a la semana distancias que llegan hasta los 350 kilómetros para recibir las sesiones de hemodiálisis que liberan de impurezas sus organismos. Los que tienen más suerte, como José, van a Guadix, pero muchos otros han de desplazarse hasta la capital granadina.

Salud investiga posibles irregularidades de la empresa que transporta a los pacientes

Para recortar sustancialmente estos penosos trayectos, los pacientes reclaman una unidad de hemodiálisis en el Hospital de Baza. Tras el anuncio de movilizaciones, la Delegación de Salud prometió la semana pasada la creación de este centro demandado durante años.

José comenzó a necesitar la hemodiálisis a los 24 años. Desde entonces no ha dejado de acudir a su cita casi diaria salvo durante los dos escasos años en los que su cuerpo toleró un riñón trasplantado.

'Cada vez es más duro hacer el camino hasta Guadix porque me encuentro más débil, aunque al principio las condiciones eran muy malas'. Durante los primeros seis años de tratamiento, este paciente tenía que viajar a Granada desde Castril, el municipio donde ha vivido siempre. Si actualmente este pueblo tiene unas malas comunicaciones por carretera, hace doce años la situación era fatídica. 'En aquella época salía a las cinco de la mañana de mi casa y regresaba a las seis de la tarde', recuerda el enfermo.

Ahora José no hace el camino solo. Tiene una compañera de fatigas de casi 70 años, Josefa Bustamante. Esta mujer vive en Huéscar, desde donde sale a las siete de la mañana para llegar a tiempo a su sesión.

El vehículo de la empresa contratada por el Servicio Andaluz de Salud para transportar a estos enfermos hasta su centro de hemodiálisis realiza un trayecto mucho más largo y penoso de lo necesario, pues recorre casi 30 kilómetros más por carreteras secundarias para recoger a José en Castril y así llevar a este otro enfermo en el mismo vehículo.

El delegado de Salud ordenó el pasado viernes la apertura de una investigación para averiguar si se producen irregularidades en el transporte de estos enfermos que, a pesar de su débil estado físico, están condenados a pasar largas horas en la carretera para acudir a su cita con el aparato del que pende su salud.

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