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Crítica:
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

El humor amargo del exilio interior

El pasado lunes, en el festival de San Sebastián, Los lunes al sol, película española porosa y de fondo radical -entendida esta hermosa, y hoy tan innoblemente usada, palabra en su noble sentido de algo que atañe o busca o toca las raíces de las cosas- arrancó una de las más vivas y largas ovaciones que ocurrieron allí en estos días. Fue un aplauso de los de bote y brote pronto, que fundió instantáneamente en una sola respuesta las respuestas de un par de miles de personas atrapadas en las redes de una película seductora no porque ofrezca sobornos ni azúcares, sino precisamente por lo contrario, porque es obra de gente no sobornada y por tanto no sobornadora, artistas libres que miran a su alrededor y cuentan con claridad lo que ven. Porque eso, el tacto delicado de la verdad, y no el tosco roce del esparto de una trola, sigue siendo la gran, la verdadera, la genuina fuente del gozo y la diversión en el cine.

LOS LUNES AL SOL

Dirección y guión: Fernando León de Aranoa. Intérpretes: Javier Bardem, Luis Tosar, José Ángel Egido, Nieves de Medina, Enrique Villén, Celso Bugallo, J. Climent, Aída Folch, S. Riaboukine. Género: drama. España, 2002. Duración: 113 minutos.

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"Mi película habla de lo que está en la calle, en cada esquina, en cada bar"

La película está admirablemente escrita y admirablemente dirigida por Fernando León, del que no son olvidables sus trabajos en Familia, Barrio y Caminantes. Sabe escribir cine este buen director de películas, lo que no es frecuente, y su escritura para Los lunes al sol es un magnífico blablablá, un caso de elocuencia irresistible, un pequeño pero insuperable juego de encaje entre imagen y palabra. Se habla mucho en la pantalla de este filme, y una de las fuentes de su poder de seducción es precisamente su abundante, su generoso y exacto uso del habla. Escenas como la de Javier Bardem -que alcanza una interpretación eminente, elaborada minuciosamente y en estado de roce permanente con la genialidad, lo que hace volar al filme un paso más allá de sí mismo- ejerciendo de canguro y explicando a un niño las entretelas de la fábula de la cigarra y la hormiga es un prodigioso golpe de humor subversivo, de clarividencia e ironía sublevadas.

Con forma de vivísimos destellos de gracia dentro de un conjunto sólidamente armado, abundan en Los lunes al sol muchos veloces y luminosos movimientos o quiebros de la astucia y de la burla y del ingenio, en los que lo surreal se instala en lo real y abre inesperadamente, a la vuelta de cada escena, la percepción del absurdo. Esto ocurre en la juerga del karaoke; en las locuaces charlas de chateo y regateo en el bar; en el reverso de la imagen de los amigos viendo desde un tejado un partido de fútbol; en su respuesta al olvido de la urna con las cenizas de un colega muerto; en la televisión vista en un escaparate; en el vuelco de la lógica que el magnífico Luis Tosar deja ver cuando se entera, aterrado, en una oficina bancaria, de que él, en vez de un hombre sin trabajo, es un sujeto pasivo, lo que le huele a quietud de muerte; el juego de burlas a la vendedora de quesitos suizos del supermercado; el inefable desquite de Bardem con una farola , su modo de fletar un viejo barco o su portentoso uso irónico de la desesperación.

Es Los lunes al sol una escandalizada mirada a la tierra de nadie donde un grupo de obreros en paro vagan errantes, en una ciudad española norteña, al compás parsimonioso de sus manos refugiadas en los bolsillos, recorriendo caminos a ninguna parte en las cunetas de una sociedad que los exilia de sí misma, les niega identidad y les fuerza a verse apresados por el absurdo, por la paradoja de su no hacer nada convertido en acto y de su no ocurrirles nada convertido en suceso. Y en la médula del filme se mueve gente expulsada de la vida, forzada a vivir desviviéndose, a flotar en el tiempo a la deriva, sobre el filo de la autodestrucción.

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