'Después de Pujol, Convergència'
Ésta era la frase con la que Pere Esteve respondía habitualmente cuando se le preguntaba quién iba a suceder a Pujol. Era una respuesta que me gustaba. La encontraba muy acertada porque yo traducía 'Convergència' por 'equipo'.
La vida política y orgánica de Convergència se desenvolvía, en gran medida, marcada por el liderazgo del presidente Pujol, un liderazgo personal y excepcional. El futuro había que construirlo reforzando el partido como estructura, el trabajo en el seno del partido como cultura, el concepto de partido como instrumento válido para la ejecución de un proyecto, el valor de la implicación de las personas dispuestas a compartir muchas cosas con tal de llevar a buen puerto el proyecto defendido.
'Me siento dolido por la forma en que Pere Esteve ha materializado su abandono y desconcertado porque entiendo que su decisión no casa con el trabajo en equipo que predicaba'
Pere Esteve era -y es- una persona reflexiva, capaz de dedicar tiempo a escuchar a los demás, a meditar, a promover pensamiento, a buscar y generar líneas de actuación muy interesantes.
Una de estas líneas, fruto de un acuerdo del congreso en el que accedimos a la dirección del partido, consistió en promover la elaboración del documento Un nou horitzó per a Catalunya, en el que se hablaba de una nueva cultura política que revalorizaba conceptos como la necesidad de hacer pedagogía, el valor del diálogo, la valoración de la diferencia y la diversidad, el reconocimiento del pluralismo de las naciones que configuran el Estado español. No eran conceptos nuevos en sentido estricto; pero, recuperados y amalgamados como entonces se planteaban, abrían una línea de actuación política muy interesante.
Como coordinador territorial de CDC, al igual que los demás miembros de la dirección, no fue difícil mi participación en la elaboración de estos planteamientos. Fue estimulante hacerlo y trabajamos por difundirlos. En mi caso, esta tarea supuso encargarme de la responsabilidad de las relaciones de Convergència con los demás partidos nacionalistas y regionalistas del resto del Estado español. La Declaración de Barcelona, de la que fui coordinador, culminó este trabajo.
Refiero todo esto porque ahora, después que Pere Esteve ha anunciado públicamente que abandona Convergència Democràtica de Catalunya, me siento desconcertado y dolido por su marcha. Dolido por la forma estentórea y agresiva como ha materializado su abandono después de haber compartido esfuerzos, alegrías y momentos a veces muy difíciles. Desconcertado porque no entiendo su decisión. Esta decisión no casa con aquel sentido de trabajo en equipo que predicaba, ni con aquella idea de proyecto colectivo que defendíamos, ni con todo lo que hicimos de importante, desde el punto de vista político, bajo su dirección y que, con mayor o menor impulso, sigue vivo.
Y repito el 'sigue vivo', convencido de ello, lo cual me produce una segunda reacción ante su actuación, ahora una reacción de reafirmación. Una reafirmación desde posiciones nítidamente coherentes con una trayectoria nacionalista que tiene su mejor reflejo en los postulados de la Declaración de Barcelona, la última propuesta del nacionalismo catalán -y en este caso vasco y gallego- relativa a la estructuración del Estado español como un Estado plural, enmarcado en Europa y en el que podamos sentirnos cómodos. Pero, aún es más, una reafirmación como nacionalista catalán convencido de que Cataluña es su nación y que ve posible seguir trabajando en el marco de Convergència.
Pese a los momentos que estamos viviendo, me niego a aceptar que todo nuestro trabajo, el de Pere, el mío y el de tanta gente, haya sido baldío. Sé que no lo ha sido, sé que hay que seguir trabajando y sé que dará sus frutos, que no serán distintos de los que nos proponíamos: el reconocimiento político del pluralismo del Estado español y lo que ello implica. Estoy convencido de que lo conseguiremos y de que nosotros, desde Convergència, habremos aportado muchos activos en el logro de este objetivo.
Tampoco comparto los argumentos dados de subordinación al PP para justificar este abandono. Siempre he defendido un juego de alianzas y apoyos distinto al que hemos practicado. Mi discrepancia en este terreno se remonta al origen mismo de la presente legislatura, y en aquel momento quienes defendíamos otras opciones en el seno de las reuniones de dirección no tuvimos éxito. Como muchos compañeros de partido, sigo manteniendo esta discrepancia, si cabe, con mayor contundencia: mi oposición a la Ley de Partidos ha sido y sigue siendo radical. Y con ellos actuamos para hacer oír nuestra voz y conseguir que se reorienten las actuaciones que no nos gustan. Como todos los partidos, tenemos instrumentos para expresar lo que pensamos, los utilizamos, es posible hacerlo y pienso que incidimos. Seguro que lo hacemos menos de lo que nos gustaría, pero también estoy seguro de que más de lo que les gustaría a personas de otras sensibilidades. Y no tenemos ninguna intención de cejar en nuestro empeño.
Por ello no entiendo esta renuncia a batallar y defender sus planteamientos, que también son los nuestros.
Josep Camps es ex coordinador territorial de CDC y ex coordinador de la Declaración de Barcelona.
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